Con el tema central «Todas fuentes están en ti» (Salmo 87, 7) culmina mañana en Budapest, Hungría, el 52º Congreso Eucarístico Internacional con la presencia del Papa Francisco.
En medio de un mundo oscurecido por la pandemia del covid-19 y por las “otras pandemias” de la violencia multiforme, de la innegable crisis climática con causalidad humana, de las agitaciones sociales en reclamos de los más variados orígenes e intereses, el Congreso Eucarístico es un signo luminoso, con una cierta paradoja de debilidad/fuerza, bien recogidas en las palabras del presidente de los Obispos de Europa, el Cardenal Bagnasco: “Nuestra voz es débil, pero eco de una de hace siglos que lleva la señal de la sangre de los mártires.
¡Nuestra alegría es más grande porque es Jesús! La voz de los creyentes dice al hombre moderno: No estás solo en un mundo hostil, no estás solo frente al misterio maravilloso de la vida, ni delante de tu deseo de libertad y de eternidad. Donde quiera que estés, no estás solo ni eres invisible: Dios te contempla con amor, no eres huérfano, Dios es tu Padre, tú vales la sangre de Cristo, redentor del mundo y pan de vida eterna. No tener miedo, Dios no ha muerto, la Eucaristía sobrepasa toda soledad, toda distancia, todo sufrimiento.
La Iglesia no puede callar, no puede dejarse reducir al silencio: ella debe dar a cada rostro humano el resplandor del Cristo resucitado… La Iglesia no tiene otro nombre que adorar sino el de Jesucristo. Su rostro es el Evangelio y su presencia la Eucaristía” (5.09.2021).
La fuerza de la Eucaristía es su ser “presencia real”, ni ideológica ni meramente simbólica: presencia no de “algo”, sino de “Alguien” que en su historia, a lo largo de 21 siglos, ha suscitado el estupor por su sencillez material —vino y pan—, y la grandeza de su realidad, la persona de Hijo de Dios. Estupor cercano a la duda: ya en su tiempo aquel “hijo del carpintero” de una aldea remota era objeto de incredulidad. Apenas cien años luego de su Ascensión el problema era el contrario: creer que ese Dios era hombre verdadero y presente en la Eucaristía.
En el camino guatemalteco hacia el Congreso resaltan varios énfasis:
1) La Eucaristía también es “medicina”, como una vacuna que crea anticuerpos contra la tristeza y la negatividad (Papa Francisco, Fiesta del Cuerpo de Cristo, 14.06.2020);
2) Ella es motor de caridad y de unidad, especialmente para las familias, invitadas a culminar el Año de la Familia este 2021 con frutos de reconciliación, de aumento de Fe y esperanza;
3) Ella es “Pan inseparable del otro pan”, el de la Palabra, el cual nutre un deseo profundo (Amos 8, 11) pero incompleto sin la Eucaristía: sin Ella no hay Iglesia;
4) Ella da identidad al sacerdocio que viene del Sumo Sacerdote Cristo (cf. Carta a los Hebreos), solo en Guatemala han fallecido al menos 15 sacerdotes en el servicio al “banquete del pan” de las parroquias;
5) Ella impulsa la solidaridad hacia los que falta el “pan cotidiano» (S. Juan Pablo II) y sufren en la pandemia, tanto en el cuerpo como en el espíritu, el sentirse “solos en el valle la muerte” (Salmo 23, 1ss);
6) En la “comunión” física y real, sin la cual no hay vida eterna (cf. Jn 6, 51-54), se perfila aquel “origen de común de todos los pueblos”, según el Salmo 87, 7, pues si en el Antiguo Testamento Dios daba alimento (como el maná, como la fuente de Meribá), ahora Él mismo se da en la Eucaristía.
Que los frutos de la Hora Santa Nacional de unidad al Congreso ofrecida también por el fin de la pandemia en Guatemala sean el aumento de la Fe eucarística, el deseo de volver a ella de quienes la han perdido y la cercanía a todas las formas de hambre de pan, de justicia, de perdón y de verdad. ¡Infinitamente sea alabado mi Jesús Sacramentado!