La oración y la esperanza… el ejemplo de los abuelos

Monseñor Palma - Mensaje Pastoral

Monseñor Víctor Hugo PalmaLa famosa canción del grupo chileno los Guaraguao en los años 70, “No basta con rezar para conseguir la paz”, exponía la llamada a la relación oración-acción.

El domingo pasado, Jesús en casa de Marta, la activa, y María, la contemplativa: relación falsamente excluyente, pues de no ser por la oración como diálogo del “corazón del hombre al corazón de Dios” (Papa Francisco, Catequesis sobre la oración, 2021) o la oración deriva en un acto de la “Fe fiducial” —sin compromiso, con mucha adrenalina, pero sin llegar a tocar las opciones diarias, sobre todo los intereses económicos— o el activismo urgencia de los cambios, incluida la violencia para “pasar de la guerra a la paz”.

El equilibrio entre orar y actuar ya se supone en la Buena Noticia de mañana, cuando el Señor invita a orar con insistencia, con confianza, y “hacer levantarse al amigo a darle los panes necesarios” al que lo molesta de noche. El “pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá” invita una oración hecha con “esperanza activa”, pues en la verdadera Revelación cristiana “el Dios que te creó sin tu ayuda, no te salvará sin tu ayuda” (San Agustín).

En los tiempos actuales, la oración lamentablemente se restringe a la solución de los problemas personales, subjetivos y mientras el mundo cae a pedazos, las imágenes de guerra y carestía mundiales, fatales índices de subdesarrollo humano, parecen “temas lejanos” por los cuales no habría solamente que pedir, sino suplicar, orando con insistencia y humildad.

En su mensaje a los Ancianos y personas Mayores en su II Jornada Mundial, a celebrarse mañana, el Papa Francisco, de 86 años de edad, se dirige en un maravilloso lenguaje de “tú a tú” a quienes han vivido una época quizás de mayor frecuencia de oración, de esperanza invencible y que pueden ahora ser “maestros de esperanza, de afecto, de oración” a las nuevas generaciones golpeadas por el inmediatismo, por las crisis interminables de pandemia, guerra, confusión moral.

Es lo que el Papa define con la excelente citación del Salmo 92,15: “En la vejez seguirá dando fruto”.

1) Ante un mundo que abandona al anciano por improductivo o molesto por sus achaques, ante un mundo donde encontrar trabajo a los 35 años ya es un milagro, mientras la vida de los mayores se extiende por la medicina —no en todos los países, claro—, en un mundo donde se pueden perfilar los últimos años del anciano con todo cuidado en asilos, pero sin el cariño de los suyos, pues ya salieron de su corazón.

Ante todo ello el Papa reafirma para los más jóvenes el valor del antiguo mandamiento: “Honra a tu padre y a tu madre” (Éxodo 20,12) y “No desprecies al anciano, pues también envejeceremos nosotros” (Eclesiástico 8,6);

2) A los ancianos les pide no tener miedo a envejecer, pues es una bendición y les encarga la misión de la ternura: Queridas abuelas y queridos abuelos… en este mundo nuestro estamos llamados a ser artífices de la revolución de la ternura. Hagámoslo, aprendiendo a utilizar cada vez más y mejor el instrumento más valioso que tenemos y que es el más apropiado para nuestra edad: el de la oración”.

En su mensaje más actual, la Conferencia Episcopal llama a no perder la esperanza en los difíciles tiempos, donde la oración tiende a politizarse, a ser escenario de adrenalina político-religiosa, una esperanza activa como la de nuestros ancianos para quienes en su sabiduría “ningún pasado fue mejor” y en cuya capacidad de ternura reside mucho que las nuevas generaciones no encuentran caminos para la “Guatemala distinta” en el agitado mundo informático, productivo y en el fondo incapaz de ayudar a ver a cada uno el futuro de ancianidad que siempre llega.