Queridos hermanos:
La Cuaresma es todo un camino, no hacia algo sino hacia “alguien”, es volver al Padre misericordioso, a su casa, de donde nunca deberíamos habernos alejado: ¡no retrasemos más nuestro regreso al amor de Dios que nos espera!.
La Palabra de Dios en el Libro de Josué nos habla de un “camino para llegar a la Tierra Prometida”, es la ruta que recorrió el antiguo Israel, quien finalmente puede llegar a comer los frutos de la tierra que ya les pertenece. Ya no tendrán el “maná” aquel pan bajado del cielo ya no será necesario pero los ha mantenido en su camino al lugar tan deseado; ¡caminos también nosotros alimentados ahora por la Santísima Eucaristía, hasta llegar a la Pascua de Vida que nos ofrece el Señor!.
El salmo 33 nos anima: “Hagan la prueba y verán qué bueno es el Señor”, una invitación a no quedarnos en una cuaresma “virtual”, es decir, irreal, intangible, sino concreta, viviendo las prácticas que nos harán avanzar y “probar en nuestro espíritu el buen sabor de la salvación”; ¡dejemos el mal sabor del veneno del pecado, al que lamentablemente nos hemos acostumbrado!.
Pero es sobre todo la conocida y siempre hermosa parábola del “hijo pródigo”, es decir, del “derrochador” de los bienes de su padre, la que hoy nos invita a volver a Él, a probar el buen sabor de su misericordia.
Y es que en el fondo, el “derrochador” no es tanto el hijo como el padre, que ante la vuelta de su amado hijo -siempre amado, aunque fuera pecador- la que nos llama este domingo. El hijo pecador -todos nosotros, como lo dice el Papa Francisco- tiene algo a su favor, tiene memoria de lo “bien que se está en la casa de su padre” y movido por el dolor y la necesidad de la vida, se decide a volver; ¡recuperemos también nosotros la memoria y la gratitud de todo lo bueno que un día tuvimos de parte de Dios, antes de haberlo perdido todo por nuestros pecados!.
Las acciones de hijo -reflexión, decisión de volver- son una sugerencia clara, hemos de “abrir los ojos a nuestra situación de pecado, la que arruinado y a nuestra familia y a la comunidad” para animarnos a confesar nuestros pecados.
Él se siente avergonzado, pero espera en el amor de su padre y ello ocurre, pues no es condenado si bien lo merecía, sino tratado con amor abundante, con un “derroche de misericordia” de parte de su papá.
San Pablo también nos anima a ser “hombres nuevos”, viviendo en Cristo, y ello mediante la “reconciliación con Dios”.
Que nuestro programa de Cuaresma 2019 siga realizándose, incluyendo además de las prácticas de piedad popular tan hermosas (participación en procesiones, vigilias, etc.) vivir el Sacramento de la Reconciliación.
Animémonos y animemos a otros a “volver a Dios Padre” a gustar su amor, superando temores, perezas y abandonos de sí mismos, a todos nos espera una fiesta, un banquete de perdón preparado por el amor misericordioso de Dios.