Vivamos unidos al Resucitado para dar frutos abundantes

Queridos hermanos:

También este sexto domingo de Pascua nos enseña en la Palabra de Dios la belleza e del Buen Pastor (cuarto domingo de Pascua) somos los sarmientos de la Vid verdadera (quinto domingo de Pascua), ahora se nos dice que somos “amigos del Señor”, es decir, hijos en el Hijo y por lo tanto unidos al Misterio Pascual de Cristo para tener la vida nueva en Él.

Se trata de la maravillosa unión que comienza con nuestro bautismo. Recientemente el Papa Francisco nos enseña precisamente que este importantísimo sacramento es el momento de comenzar una existencia “unidos profundamente al Señor”, ¡evitemos el error del Protestantismo que omite el bautismo de los niños argumentando que “no comprenden ni pueden aceptar a Cristo”!.

Ya en el libro de Hechos de los Apóstoles en la primera lectura de hoy, se nos indica no sólo la “apertura universal de la salvación a todos” (Cornelio era un romano, por lo tanto un pagano y hasta un enemigo de pueblo de Israel). Con su bautismo se cumple la promesa de Dios a Abraham de hacerlo una “bendición para todos los pueblos” (Génesis 12, 1 ss).

El salmo lo indica así: “El Señor cumple fielmente su promesa”. Pero también se nos habla de que Pedro pide que todos sean bautizados, es decir, unidos a Cristo por el sacramento. En nuestros días, siguiendo la enseñanza del Papa Francisco, hemos de evitar pensar que nuestro bautismo es una costumbre de familia, de cultura, o que es una cura para evitar el mal de ojo de los niños, ¡vivamos aquel momento en quedamos para siempre unidos al Señor, como lo dice San Pablo, “Quien se bautiza se une a Cristo en su muerte y resurrección!” (Romanos 6, 1 ss).

San Juan en su primera carta nos recuerda que la vida cristiana es precisamente el “cumplimiento del mandato del Señor” de vivir el amor entre nosotros, ¡que mostremos al mundo nuestra unión con Cristo Resucitado viviendo la caridad en nuestras relaciones de familia, de Iglesia, de sociedad!.

Pero es sobre todo el mismo Señor en el Evangelio quien enseña entre otras cosas:

  1. Que no somos ya sus “siervos sino sus amigos”, en el lenguaje de la Biblia ello quiere decir la “unidad de destino, de existencia”. La amistad no es un sentimiento pasajero sino un “medio de identificación” como lo dice San Pablo, “Vivo pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí” (Gálatas 2, 20 ss). Esto quiere decir que un cristiano no simplemente “cree en una idea, sino vive la vida de una persona viva, la del Señor Resucitado;
  2. Que esa unión de vida con Cristo, incluso en los momentos de tomar la cruz como Él lo hizo, es lo que produce “fruto abundante”, el fruto del amor, de la justicia, de la paz, de la alegría verdadera.

En un mundo donde la Fe es tratada como “bendición, ganancia, emoción” vivamos nuestra unión profunda con el Señor, la que comienza en nuestro bautismo, y como lo han hecho los santos de todos los tiempos, no dejemos la escucha de la Palabra, la oración, los sacramentos, la misericordia, los medios que nos mantienen unidos al Amigo Fiel, Cristo el Señor.