Queridos Hermanos:
Iniciamos hoy la Semana Santa o Semana Mayor que no una simple “traición católica” o costumbre nacional, sino una verdadera expresión de Fe en los acontecimientos ocurridos “aquella semana hace 2018 años” que cambiaron la historia de la Humanidad: la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.
E iniciamos con la “entrada de Cristo en Jerusalén” en el Domingo de Ramos: un tiempo que, en contraste con el mentalidad de la playa, de feriado y hasta de los excesos, los católicos vivimos con respeto, con devoción y alegría pues se acerca ya la Pascua del Señor.
La procesión de los ramos bendecidos es toda una invitación a que “dejemos a Cristo entrar en nuestros corazones”, es el signo de una decisión a seguirle en su misterio pascual, cuando Él misteriosamente como “víctima sufriente” será el vencedor del pecado y de la muerte.
Es por ello que hoy la Palabra de Dios nos dibuja un rostro misterioso para quienes leen la Biblia con mentalidad materialista como la sectas:
- El rostro de un hombre que “se ofrece sin resistencia al sufrimiento”. Es el famoso “Siervo de Yahvéh” del profeta Isaías: alguien que siendo inocente pero está dispuesto a “sufrir por los demás sus hermanos” todo el peso de la injusticia, del dolor, de la muerte. ¡Vivamos con respeto y silencio espiritual estos días de contemplación de Cristo que se entrega por nosotros como el mayor regalo del Padre!;
- El salmo responsorial el salmo 21 es el mismo que Cristo recita en la Cruz al final de su vida: “Dios mío ¿porqué me has abandonado?. Pero no es una expresión de desesperación, sino un “grito vicario” es decir, “tomando el lugar del hombre ante el misterio de la muerte y del dolor”. El salmo termina con tonalidad de esperanza como el mismo Cristo dijo confiando: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46),
- Finalmente en la lectura de la Pasión según San Marcos se nos presenta la forma “horrenda” de la tortura, del desprecio, de la humillación de Cristo: ¡en verdad el dolor del Señor, víctima inocente, debe conmovernos pues lo ha asumido todo con el gran amor del Padre mostrado en la cruz de su Hijo” (“Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que quien cree en Él no muera, sino tenga vida eterna” Jn 3, 14-16)!.
Un detalle del relato nos impacta: José de Arimatea, un hombre importante de la sociedad va y pide el cuerpo de Cristo para sepultarlo, no sabe que su acción es modelo de la misericordia y de la sensibilidad que tantas veces falta en nuestra tierra ante los tantos asesinatos y muertes de inocentes.
¡Vivamos esta Semana Santa practicando nosotros también la caridad hacia los que el mundo no ve, en ellos está el Señor que sufre y va a resucitar!.
Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo!.
Amén.