Queridos Hermanos:
Este cuarto domingo del tiempo ordinario, cuando estamos llamados a vivir “en verdadero testimonio de la vida cristiana” la Palabra del Señor nos invita a la coherencia de vida, es decir, hemos de evitar contradecir con nuestras vidas lo que profesamos como cristianos.
Y es que un cristiano está llamado a ser un profeta, palabra que significa “el que habla a nombre de otro, en representación de otro”, ¡evitemos todo mal testimonio que confunda quienes nos vea y ser obstáculo para que crean en Jesucristo el Señor!.
Sabemos que lamentablemente es posible separar las palabras de la vida, lo dicho de lo vivido. Es acá cuando, según la primera lectura del libro de Deuteronomio nos hace oír la voz del Señor; Él promete que siempre habrá “mensajeros suyos, voceros de su palabra”, pues Moisés, el gran portavoz de Dios se acercaba al final de su vida y el pueblo temía quedarse sin quien les llevara esa palabra de Dios.
El Señor asegura que siempre habrá quien hable en nombre suyo, pero también advierte de quienes “se atrevan a decir en mi nombre lo que yo no les haya mandado”. Tengamos el cuidado de creer de primas a primeras a todos los que dicen “tener visiones, mensajes, apariciones, secretos de Dios”, ¡cuánto abunda la falsificación de la palabra divina en nuestros días y que ingenuos somos los mismos católicos para creer a tantos predicadores y obradores de falsos milagros!.
Ciertamente hay un criterio que nos ayuda a creer en lo que alguien dice: la coherencia de vida, la unión entre fe y vida. El salmo 94 pide al Señor el don de la escucha, la capacidad de no ser sordos. Cierto, en ocasiones nuestra falta de fe se disfraza de desconfianza, de desapego a lo dicho en el nombre del Señor: ¡evitemos la soberbia de quien se hace sordo a la Palabra divina pues en el fondo no quiere cambiar su vida!.
Es por ello que el modelo de una “predicación auténtica” la proporciona el mismo Jesús en el Evangelio:
- Ciertamente Jesús tiene un atractivo grande: es que “predica con autoridad” y no como los escribas. Ello es sorprendente, un humilde carpintero “tiene más credibilidad” que los grandes maestros de Israel y ello ocurre por una razón fundamental, Cristo obra milagros no para apabullar o sorprender, sino porque en él está la misericordia de Dios;
- Lo curioso de la escena de la expulsión del demonio o espíritu inmundo es que el mismo Diablo sabe quién es Jesús, dice “eres el Santo de Dios” es decir, no solo quien tiene el poder divino, sino quién actúa la santidad, el hacer el bien y evitar el mal; ¡tratemos de imitar a Cristo en su obediencia al Padre, en su santidad y no en “hacer prodigios como tantos engañadores de gentes!.
Oremos especialmente por nuestros jóvenes. En estos días en que la Cruz preparatoria de la Jornada Mundial de la Juventud pasa por la tierra de Escuintla, pidamos para todos, especialmente para las nuevas generaciones el que sean “profetas verdaderos” conocedores de la verdad de lo humano y siempre dóciles a la Verdad de lo divino.
Que María Santísima, Madre de los discípulos misioneros acompañe a los caminantes jóvenes por la tierra de Escuintla y nos haga a todos testigos de Cristo, predicando “con aquella autoridad” que viene de unir la fe a la vida, los hechos a las palabras de quienes hemos de ser sal, luz y levadura del Reino de Dios en el mundo.