Un Cristo Negro, un Papa y la Paz, don y tarea

Monseñor Palma - Mensaje Pastoral

Monseñor Víctor Hugo PalmaEl motivo principal del segundo viaje de Juan Pablo II a Guatemala era cerrar los actos conmemorativos del Cuarto Centenario del Cristo Negro de Esquipulas y apoyar el proceso de paz entre el Gobierno y la guerrilla.

La tarde del 5 de febrero de 1996, 13 años después de la primera visita, los guatemaltecos volvieron a encontrarse con el papa Juan Pablo II. Cada centímetro de pavimento fue tapizado con alfombras de aserrín para dar la bienvenida al Pontífice, ya de 76 años, en su viaje número 68. Flores, confeti y banderas blancas y amarillas eran el fondo para los gritos: “Juan Pablo II, te quiere todo el mundo”.

Así registra la documentación de una Hemeroteca aquellas fechas memorables de las cuales se han cumplido 25 años recientemente. Acontecimientos que no pueden ser un mero documento de archivo, sino materia de reflexión constante, en espíritu de paz y de reconciliación entre hermanos.

Bien lo intuía el Papa Peregrino de la Paz cuando indicó: “Urge la verdadera paz. Una paz que es don de Dios y fruto del diálogo, del espíritu de reconciliación, del compromiso serio por un desarrollo integral y solidario de todas las capas de la población, y especialmente el respeto por la dignidad de cada persona”.

Don de Dios y tarea también, como está escrito: “La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden” (Juan 14, 27). En otras palabras, la paz debe seguirse cuidando, cultivando, educando en ella a las nuevas generaciones prisioneras de la aceleración de la Historia en datos rápidos de redes sociales, donde todo pasa y nada queda. La paz es, por tanto, tarea siempre pendiente (cf. Carta pastoral de la Conferencia Episcopal Urge la verdadera paz, 15 de junio 1995 y antes, Construyamos la Paz en Cristo, Carta del Episcopado Centroamericano, 1 de diciembre 1989).

En un mundo en Pandemia pero increíblemente acelerado en la violencia, en las confrontaciones con todo y mascarilla pero también con balas, machetes, bombas de feria y palos, bien se puede indicar la urgencia de la Paz como el cultivo de un “logro interior que se comparte, una actitud de cada uno antes que un logro externo”: “La paz no es la ausencia de guerra, es una virtud, un estado de la mente, una disposición a la benevolencia, la confianza y la justicia”, afirmaba el controvertido filósofo Baruch Spinoza (1632-1677).

Si se la asumiera a nivel mundial y nacional, la misma pandemia sería más llevadera. Si se la cultivara en las relaciones de casa —la pandemia ha disparado los conflictos intrafamiliares—, la acción social sería más efectiva: “Cuando predique la paz, no lo haré en la plaza, sino entrando en cada hogar” (San Agustín de Hipona, 354 – 430 d.C.). El camino es claro, la justicia (cf. Isaías 57, 2) pero por darse que en ocasiones “el reclamo de justicia es solo disfraz de venganza” (cf. J. Balmes, 1810-1848), la conversión al otro viéndole “como hermano, imperfecto pero hermano”, es hoy la vía de la paz (cf. Papa Francisco, Fratelli tutti, 2018; cf. Mensaje de la CEG por los conflictos mortales en Sololá: ¿Dónde está tu hermano? 8 de enero 2022).

Que los tres caminos propuestos por Papa Francisco para el logro de la Paz (Diálogo, Educación y Trabajo, 1 de enero 2022) sean parte de la espiritualidad de la Iglesia “en camino sinodal” y de todos los guatemaltecos de Buena Voluntad.

Ofreciéndose hoy la Santa Misa en todas las parroquias de su Advocación, que el Señor de Esquipulas, cuya piel oscura recuerda la noble raza xinca y maya en general, disponga los corazones de los que al sufrimiento de la pandemia agregan el dolor por la violencia de todo tipo.