Somos responsables los unos de los otros

Queridos hermanos y hermanas:

También este domingo el Señor Jesús continúa perfilando, describiendo a través del Evangelio “el rostro de su Iglesia” en ella, cuando nos llamamos hermanos y hermanas es porque hemos “cuidar verdaderamente los unos de los otros”, aunque nuestros vínculos no son de sangre, de habitación común, esa responsabilidad es sobre todo para el crecimiento del hermano; ¡no somos un grupo de personas donde cada uno busca salvarse, sino una comunidad salvadora, liberadora, de crecimiento cuidadoso!.

Ya en la primer lectura el Señor le dice al profeta Ezequiel algo que cada uno de nosotros puede escuchar para sí mismo: “Te he puesto como centinela” es decir, como un guardián, no un vigilante lejano, sino alguien comprometido con el bien de los hermanos.

El guardia debe estar “atento al mal que se acerca y puede destruir al hermano”; ¡cuántos se pierden porque nadie les dice a tiempo y de modo adecuado una palabra de advertencia, de cuidado amoroso!. Es lo que llamamos “pecado de omisión”; dejamos de cuidar al otro y si el Señor nos preguntara le diríamos como Caín respondió a Dios: “¿Acaso soy guardián de mi hermano?” (Gen 4, 7ss).

El salmo responsorial nos invita a “no ser sordos a la voz del Señor”, a no descuidar el deber que tenemos de unos para con otros. El mismo San Pablo en la Carta a los Romanos nos pide hoy “no aprovecharse ninguno de su hermano”.

Su palabra es fuerte, es un compromiso de “cuidar y  no hacer daño a los hermanos”. En todas las áreas de la vida: lo social, lo económico, lo espiritual, lo familiar no hemos de “hacer fuerza a la debilidad del hermano”.

Y sobre todo en el Evangelio, se establece hoy un “procedimiento” de ese cuidado: es la famosa “corrección fraterna”, no solidaria o de ideas comunes, sino de “hermanos y hermanas”. No somos un grupo de individuos contentos ni cantamos y celebramos, sino que asumimos que ver por él  y su bien no es fácil, sobre todo en nuestro mundo individualista, a veces cansado de luchar por el bien: ¡la mejor luchar es salir de sí mismo y preocuparse a fondo por el otro si bien éste no lo valore!.

No demos lugar al chisme, a los comentarios donde siempre nos referimos a lo malo que el otro hace pero nunca con caridad le hacemos ver sus errores. Pidamos al Señor el don del consejo, y dejemos la crítica destructiva.

Imploremos para las muchas tensiones sociales en este Mes de la Patria se resuelvan considerandonos hermanos y no solo conciudadanos. Un autor antiguo decía: “No tomemos a mal ni nos enfademos tontamente cuando alguien nos corrija con el fin de retornarnos al buen camino, porque a veces obramos el mal sin darnos cuenta, por nuestra doblez de alma y por la incredulidad que hay en nuestro interior y porque tenemos sumergido el pensamiento en las tinieblas a causa de nuestras malas tendencias”.

Que María, Madre de la Iglesia  interceda por la paz en Guatemala y Escuintla, que nadie se sienta solo, sino sea objeto amoroso del “cuidado fraterno” en comunidad, en familia, en la vida matrimonial.