Queridos hermanos y hermanas:
Como sucede al final del año en tantos aspectos de la vida personal, familiar y comunitaria, se vive un clima de “evaluación”, también la Palabra de Dios en este penúltimo domingo del Año de la Misericordia nos llama a “observar los signos de los tiempos”, es decir a las señales varias (acontecimientos, eventos, sucesos) que en nuestra vida son una “llamada a la reflexión” sobre cómo estamos viviendo el don de la existencia cotidiana.
¡Estamos llamados a vivir responsablemente cada día de la vida en el camino hacia el Padre de Misericordia de quien venimos y hacia quien volvemos!.
Sin embargo, suceda lo que suceda a nuestro alrededor, como bien lo dice la primera lectura del Profeta Malaquías: aún cuando el día del Señor parece acercarse de modo terrible “el que teme al Señor no tiene miedo al futuro de la historia”, para ellos “brillará el sol de justicia”.
Mientras que muchas sectas fundamentalistas derivadas del Protestantismo engañan mediante el temor a la muerte, a la enfermedad, a las desgracias, la Fe Católica escucha e interpreta la Palabra tal y como lo enseña Malaquías: el Señor tiene puesto su cuidado en aquellos que observan sus caminos.
Por ello en el Evangelio, ante la belleza y fuerza de la construcción del Templo de Jerusalén, el Señor pronuncia unas palabras que parecen orientar al miedo del futuro: “No quedará piedra sobre piedra”.
Es más, Jesús describe engaños de “algunos que se presentarán en nombre de Jesús” (tal y como lo hacen tantos predicadores de sectas), así como acontecimientos terribles y por último habla del “signo de los tiempos de la persecución”, en todo esto el Señor llama a la responsabilidad en medio de la serenidad que viene de la Fe en la misericordia de Dios.
Esto nos recuerda las palabras de San Juan: “En el amor no hay temor y el amor desecha el temor” (1Jn 4,18).
Que la práctica de la Misericordia que hemos vivido hermosamente este año, nos libre de sustos y asombros como los que predican tantos falsos cristianos. Que el encontrar al Señor en aquellos hermanos necesitados física o espiritualmente, nos haga familiar su trato.
Y mientras oramos aún en este Noviembre por nuestros difuntos, aprovechemos mientras tenemos vida los signos de los tiempos: en todo lo que pasa, el Señor nos llama a vivir la caridad, la misericordia que lleva al cumplimiento de la enseñanza de San Pablo: “No hemos recibido un espíritu de cobardía, sino de amor y dominio de si mismo” (2Tm 1,7).