Queridos hermanos:
Nuestra época se caracteriza por las “varias religiones, iglesias” y también en el fondo por “Cristos variados” aunque nos parezca increíble. Para muchos “todos los caminos, iglesias y presentaciones de Cristo son lo mismo” pero no es así: ¡en medio de muchas falsificaciones sigamos y anunciemos al Cristo verdadero!.
El gran problema es que “hemos construído Cristos de conveniencia, de prosperidad, a la medida de nuestros deseos” y eso se llama “idolatría”; creer o decir creer en una creación nuestra.
Por ello, en medio de las enseñanzas de cómo ser discípulo auténtico hoy se nos advierte, como en la primera lectura tomada del profeta Isaías que “se trata de un servidor sufriente” es decir, generoso que no piensa en sí mismo sino en sus hermanos y por ellos entrega inclusive su vida; ¡reconozcamos ya en el Antiguo Testamento el anuncio de la Pasión de Cristo, del valor de la cruz del Señor Jesús!.
En la segunda lectura tomada de la Carta a los Hebreos se profundiza ese “rostro de Cristo verdadero”; es alguien que puede salvarnos del dolor porque Él mismo lo ha sufrido, no es un salvador insensible y ajeno a nosotros sino alguien que es en verdad “hermano de nuestros sufrimientos” por lo que podemos confiar en quien nos conoce; ¡evitemos los Cristos de portentos, de milagros fabricados por los “tele predicadores” que engañan a tantos y deforman el rostro del Cristo amoroso de la Cruz!.
Es por ello que en el Evangelio, Él mismo nos invita a “buscar la grandeza en el servicio, en lo pequeño a los ojos del mundo”. Si creemos en el Cristo verdadero evitemos los “cultos a la grandeza, a la personalidad” y con alegría sirvamos con humildad como el Cristo verdadero, el “servidor del Señor” al que han imitado los santos como Sor Nazaria, el Papa Paulo VI, Monseñor Romero y los Beatos P. Tulio y Obdulio.
La fe verdadera se muestra no en poderes extraños o palabras convincentes sino la entrega amorosa, quizás silenciosa que todos los días se nos ofrece como camino de santificación por el servicio a los demás como María, servidora del Señor, Reina del Rosario y Patrona de Guatemala, a quien encomendamos el Sínodo de la Juventud que llega a su culmen en esta semana en Roma, para tener generaciones nuevas de jóvenes que encuentren el gozo de la Fe en vivir en la Iglesia como “servidores alegres en el amor a la vida en Cristo”.