Queridos hermanos:
En la celebración de la Santa Misa el día domingo, no nos encontramos con un “mensaje o idea bonitos” sino con la persona viva del Señor Jesús, Maestro verdadero del camino que lleva a la vida y felicidad auténticas.
Hoy se nos invita a “escoger sabiamente, cada día, en quién debemos poner nuestra confianza, la seguridad de nuestras vidas”, ¡no nos equivoquemos e invirtamos esa confianza en quien puede engañarnos y en lo que pasa y no permanece!.
Se nos invita pues, a ser sabios, y el sabio es quien “sabe calcular, edificar su vida en lo seguro, más allá de la atracción del momento”.
Ya Jeremías en la primera lectura usa la expresión fuerte “maldito el hombre que confía en el hombre” no para negar la siempre necesaria relación de aprecio y “confianza” en los amigos, en la familia, en la sociedad donde hay tantas personas buenas, ¡pero no depositemos el valor de lo que somos en quien puede fallarnos, sabiendo que nosotros mismos no cumplimos con los demás como debiéramos!.
Al contrario, al invitarnos a “ser benditos por confiar en Dios” se compara esta “buena elección” con el ser un árbol plantado junto al agua; ¡el Señor no falla, siempre está, si bien nosotros mismos no percibimos su presencia o la forma en que nos habla!.
La misma Fe cristiana encuentra dificultades para “confiar sin ver”, San Pablo invita a los corintios a creer a fondo en la resurrección de los muertos y nosotros aunque no la hemos visto “somos cristianos precisamente por creer y confiar en la resurrección de Cristo y la nuestra” (Tertuliano, teólogo del siglo II).
Pero es en el Evangelio donde Jesús “llama benditos a quienes son pobres y confían en Dios”, ciertamente es posible ser pobre e incrédulo e incluso actuar moralmente mal, pero la pobreza –no la miseria o los frutos de la injusticia- son una puerta para superar la “autosuficiencia” del materialismo que hoy invade el mundo, ¡cuidémonos de una religión que edifique la Fe sobre las promesas de bienestares materiales puesto que éstas muchas veces no se dan en la vida de personas buenas!.
El mismo Maestro se lamenta de los que hoy están satisfechos y abundantes, queriendo con ello poner un “despertador” a la conciencia humana que “se adormece en sus logros” y puede llegar a olvidar a Dios y a los hermanos. Cristo, aún cuando habla con tanta fuerza, no deja de hacerlo “con misericordia” para despertar esas conciencias dominadas por la búsqueda de la felicidad “hoy y no mañana”.
Encomendemos a las familias, para que aún en medio de carencias materiales no pierdan la confianza unos para con otros y trabajen con paciencia y espíritu de perdón. Encomendemos a los jóvenes para que busquen construir un futuro con Dios y no solo de abundancia materialista.
Y encomendemos en este mes a nuestros hermanos enfermos, su situación no deja de ser una “unión con Cristo sufriente en la cruz” y busquemos todos el ser sabios eligiendo confiar en Aquel que no falla y sabe mejor que nosotros mismos lo que nos conviene.