Se atribuye a Adam Weishaupt (1748-1830) la fundación de un grupo crítico de la sociedad alemana de su tiempo: los que llegaron a llamarse en latín “illuminati” (iluminados). Pues “veían lo que otros no”, los abusos del Estado, de las personas importantes sobre el resto de la sociedad.
Denunciados pero refugiados en ambientes universitarios, los “iluminados” serán en buena parte los impulsores de la Revolución Francesa, cayendo lamentablemente en el “iluminismo”, que negaba todo lo que no era su “luz racional” y, por lo tanto, en el ateísmo, en la negación de la dignidad universal que proclamaban, y recurriendo a la violencia masiva.
Curiosamente, el “recibir y dar una luz que libera” vino a ser, según la Buena Noticia de mañana (XXX domingo del tiempo ordinario), el cumplimiento de la promesa del Mesías para Israel; en la curación del ciego Bartimeo se distinguen claramente dos sanaciones: la de la ceguera física, que hacía a aquel hombre mendigar a la orilla del camino y la ceguera del itinerario de su vida; una vez curado, Bartimeo “seguía a Jesús por el camino”, pues había encontrado la Luz prometida desde los profetas que no se agota en la visión oftálmica, ella se traduce como “ver de Verdad y con la Verdad el mejor rumbo de la existencia, seguir a Jesús”.
Naturalmente, cercano ya el final del ciclo litúrgico actual, la Buena Noticia es una llamada múltiple:
- A evaluar el “ver” que se dice tener para analizar la realidad, pudiendo este “ver” estar en el fondo desviado por la miopía de las ideologías de todo tipo. Curiosamente, quien tiene un “ver que se cierra al diálogo con los otros” termina desde su ceguera recurriendo a la condena, a la violencia incluso, en cualquier ambiente: la familia, la comunidad, la sociedad;
- A examinar el “ver” y la óptica desde la cual se analiza, que necesariamente no puede ser la mera “razón” implacable, pues “hay realidades que pueden conocerse no sólo racionalmente, sino desde la Fe”, que no es ceguera, sino otro nivel de conocimiento y de vida para todos, “La Fe está abocada a la construcción del bien común…» más allá de ver el interés personal y no sirve solo para “ver el más allá, sino el bien que aún es necesario en nuestras sociedades” (Papa emérito Benedicto XVI y Papa Francisco en la encíclica escrita por ambos Lumen fidei 29 de junio 2013). En este sentido, el equivocado epíteto del cristianismo como “oscurantismo” cae ante la evidencia que ha sido a la luz de la Fe que, con reconocimiento o no, muchas realidades se han visto abocadas al cambio positivo, al punto que curiosamente el mismo K. Marx afirmó en 1844 no solo que la religión es “opio del pueblo”, sino antes, que ella es “el suspiro del espíritu en un mundo desalmado”;
- A proyectar esa luz como “evangelización” en tiempos de uno de los más grandes escenarios de oscuridad: “La situación de la pandemia evidenció y amplificó el dolor, la soledad, la pobreza y las injusticias que ya tantos padecían y puso al descubierto nuestras falsas seguridades y las fragmentaciones y polarizaciones que silenciosamente nos laceran” (Papa Francisco Mensaje para la Jornada de las Misiones, Domingo 24 de octubre 2021).
Es decir, en una misión que no es proselitismo ni fábrica de “cielos falsos”, sino una “luz que se comparte y que se transmite sobre todo con la vida iluminada” y manifiesta en las “obras de la luz”.
Que el inicio del Sínodo 2021 – 2023 sobre la comunión, participación y misión, y la Jornada de Misiones de mañana inviten a “recibir, seguir y llevar la luz” de la Fe a donde se hace necesaria, recordando el camino de Bartimeo y que “no se enciende una lámpara para esconderla, sino para ponerla en alto y que ilumine a toda la casa” (cf. Mateo 5, 15).