Hoy hace 164 años fue promulgado el Dogma de la Inmaculada Concepción de María en la Bula del Papa Pío IX Dios inefable: celebrada antes del Segundo Domingo de Adviento, que tiene por tema “preparar el camino del Señor a su venida”. Es una llamada a “purificarse de modo radical” —a fondo, no como un “mero maquillaje”, dice Papa Francisco—, para recibir a Aquel que viene a dar “vida nueva”.
Innumerables ciudades y personas que llevan el nombre “Concepción” o “Purísima” remiten a un dato que no es mero folclore, sino al deseo íntimo de la Humanidad de “renovarse a fondo” de todas las “manchas o máculas” que a lo largo de la Historia y de cada jornada se pegan a la persona.
Tres sugerencias se hacen a la conciencia de los fieles y de todo aquel que tenga “deseos de una Guatemala distinta”:
- La purificación no es obra del puro esfuerzo humano, el librarse de los males sociales, comunitarios, familiares o personales no es producto de un “pelagianismo o voluntarismo” (Papa Francisco, en Alégrense y exulten), es obra del Espíritu Santo, como lo testimonia el ángel Gabriel a María (Lc 1, 26-56): encontrándola ya “concebida sin la mancha original”, le dice: “Llena eres de Gracia”. Reflexión interesante y “pacificadora” para quienes aún cultivan una espiritualidad de “mero esfuerzo humano”. Pero también “comprometedora”: si Dios quiere “purificarnos”, es decir, restaurar la imagen suya inicial que se tenía “antes de la caída” (Gn 3, 1 ss) cierto, Él da el “primer paso” con su “gracia” (del griego “járis” o “regalo”), pero al hombre corresponde el “segundo paso”, vivir con libertad, inteligencia y voluntad lo que Dios indica, pues: «Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él» (Ap 3, 20);
- Ese “abrir la puerta al que está tocando” en Adviento, como se significa en las “posadas”, conlleva la reflexión a fondo, radical, sobre las relaciones sociales de conflicto fundado en intereses de grupos, en la batalla también espiritual, y no solo judicial contra la aparentemente invencible “corrupción”, contra la fascinación de “sentirse mejor que los demás” con ofrendas y cultos de dudosa moralidad administrativa, etc. fruto de la degeneración de la Fe como sentimentalismo, diezmo, bendicionismo, prosperidad —para los predicadores, sobre todo— y falta de acción de una sociedad de mucha “manifestación de fe”, pero poco compromiso con la honestidad y la transparencia;
- Significa, en fin, el aprecio por la vida apenas concebida en el vientre materno, cuyos derechos constitucionales fundamentales hoy son atacados por “nuevos derechos abortistas”, que son modas perversas que no ven en la niña o la mujer sino un frente de choque para batallas neo materialistas.
“María nació, en previsión de los méritos de su Hijo, libre de la mancha original”, indica el Dogma. Y aunque no están de moda los “dogmatismos”, sino los “caprichos subjetivos sobre el valor de la vida del no nacido”, sea Ella, la Inmaculada, quien interceda para una “sanación a fondo” de sociedad, familia y conciencia guatemaltecas. Para que en cada guatemalteco(a) apenas concebido se perciba la dignidad humana sin discusiones y Guatemala entera pueda merecer lo que está prometido: “Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (cf. Mt 5, 8).