Mensaje de Monseñor Víctor Hugo Palma, Obispo de la Diócesis de Escuintla
Queridos hermanos y hermanas en el Señor:
En la tercera enseñanza de San Juan sobre Cristo como “Pan que da vida eterna” en este domingo Jesús revela lo que es su “presencia verdadera” en la Santísima Eucaristía: Él dice claramente: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre” pero también agrega: “Y el pan que les daré es mi carne para que el mundo tenga vida”.
Inmediatamente surge el conflicto que viene de la falta de Fe: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”. En el fondo a los judíos que rechazan el misterio eucarístico, y también a los que lo rechazan hasta el día de hoy (las sectas fundamentalistas bíblicas que no leen bien la Biblia y se saltan estos textos de San Juan) les falta “la sabiduría” que habla en la primera lectura: “Ella ha preparado un banquete y dice: Si alguno es sencillo, venga”.
El rechazo y la falta de Fe en la “presencia real” de Cristo con su cuerpo y sangre, alma y divinidad en la Hostia Consagrada es un problema grave hoy día:
- En primer lugar para los descendientes del error protestante evangélico. Pero es curioso, porque el mismo Lutero que había sido sacerdote conservó mucho tiempo su Fe en la Eucaristía, al punto de que afirmaba contra otro predicador llamado Calvino: “Si alguno me dice que el pan del altar (la Eucaristía, el pan ya consagrado) es igual que el pan del panadero, me regreso con el Papa”. ¿Cómo se ha llegado a negar o sustituir la Eucaristía en tantos y tantos grupos bíblicos llamados “iglesias” es algo triste, pero recordemos las palabras de San Juan Pablo II: “Sin Eucaristía no hay Iglesia”;
- En segundo lugar, lamentablemente muchos católicos “aceptamos la presencia real de Cristo en la Eucaristía” pero vivimos como si no tuviera importancia y como si no debiéramos desear, buscar, y trabajar por ese alimento “Pan bajado del cielo”; por ejemplo: se pasan años sin confesión y sin poder recibir la Eucaristía, se pasan años simplemente “escuchando el mensaje bíblico” como si fuera suficiente para alimentar nuestra vida cristianas, y finalmente, se pasa a comulgar sin el cuidado de hacer lo posible para tener una vida diferente, una vida donde “el alimento del Cuerpo y Sangre del Señor” debería manifestarse en actitudes nuevas: un trato justo, misericordioso, solidario hacia los hermanos y hermanas.
En fin: el Señor llama a su carne presente en el Pan de Vida, “alimento verdadero”; y es acá donde deberíamos pensar cuál es nuestro alimento principal; ¿acaso la Santa Comunión que nos lleva al amor a Dios en los hermanos? o más bien buscamos y educamos en la Familia solo a “llenarnos el estómago y la vida material” dejando en desnutrición nuestro espíritu.
Que el Misterio Eucarístico nos lleve a trabajar por la paz en Escuintla, en sus familias, en una sociedad que siempre está al borde de la violencia (especialmente ahora en el período de movimiento y elecciones políticas); que quienes recibimos el Pan de vida tengamos por Él una vida nueva para construir una Escuintla distinta.