Queridos hermanos:
Como lo indica el color morado de la Sagrada Liturgia, Iniciamos hoy un tiempo “fuerte” en la celebración cristiana anual: en el camino hacia la Navidad que resuena en el ambiente del mundo estos días –muchas veces sin el verdadero sentido cristiano del “nacimiento de Cristo”- también preparamos una “segunda venida suya” al final de los tiempos: ¡caminemos pues, con seriedad y preparemos con responsabilidad para la venida de Cristo, en Navidad y en ese final de los tiempos!.
Sí, Aquel que viene es la “luz que esperamos” por lo que no podemos “seguir en obras oscuras, en caminos de tinieblas”.
Es la invitación hermosa del profeta Isaías en la primera lectura, pero también es la invitación del Salmo 121: “Vayamos con alegría al encuentro del Señor”.
Si el viene, también nosotros avancemos hacia Él, ¡no perdamos la pista espiritual por el consumismo, festividades o convites simplemente sociales pero no cristianos del ambiente!.
Ante su luz que se acerca, estamos invitados a “despertar del sueño” como dice San Pablo en la Carta a los Romanos. Y es que hoy como nunca, el “mundo se adormece y nos adormecemos” en la superficialidad de las “fiestas de fin de año” como llaman los paganos a la Navidad y Año Nuevo.
Es así que el mismo Cristo llama a “velar porque no sabemos el momento de su venida”.
Lejos de querer provocar temor o miedo a lo imprevisto, el Señor, el Buen Dios que nos ama, nos llama a la “conversión”; ¡Adviento es el paso de la sombra a la luz, de la muerte a la vida que trae Aquel que viene!.
Preparemos para la venida de Cristo con acciones concretas, con verdadera responsabilidad y alegría espirituales: buscar de vivir el sacramento de la Confesión, escuchar su Palabra con la atención de quien conoce y ama al que habla, y volviéndonos el hermano, especialmente al más pobre, donde ya está presente Aquel a quien aún esperamos.
Que el hermoso signo de la Corona de Adviento sea un “reloj” espiritual, un verdadero “despertador” pues no conviene estar dormidos mientras se acerca, se ofrece y toca a la puerta del corazón, Cristo luz Eterna y salvación del mundo.