Queridos hermanos:
La Palabra de Dios nos invita este domingo a contemplar y vivir una bella enseñanza y una profunda necesidad de todo cristiano: “ver” espiritualmente a fondo quiénes somos y a dónde vamos y sobre todo “ver a Cristo, Camino Verdad y Vida” y ser sus discípulos en las sendas de la vida ordinaria.
Es una invitación a “pedir la visión” auténtica, para saber a quién y cómo debemos amar y ser amados, al mismo Señor que nos da la vida.
Ya la primera lectura del profeta Jeremías lanza la “promesa de una existencia renovada” donde los “ciegos ven”, es decir, donde si la vida es tocada por Dios todo cambia, las limitaciones físicas y espirituales desaparecen: ¡vayamos en la búsqueda del Señor que es la luz verdadera que necesitamos!.
Es importante advertir que si bien se habla de “curaciones físicas” ellos es un área de la vida humana que importa pero que también importa la “visión de la existencia, la espiritual”.
Por ello el Salmo responsorial nos invita a confesar que “el Señor ha hecho cosas grandes” más allá de lo físico, nos da la vida integral cuando se la pedimos.
Pero es la escena del Evangelio según San Marcos la que nos conmueve y anima:
- Un ciego cuyo nombre no se menciona porque podemos ser todos, grita por ayuda cuando siente venir al Señor: ¡aprendamos de él a aprovechar el paso de Cristo en la Palabra, la Eucaristía, la Caridad!;
- Aunque lo desaniman y callan, él insiste (como debemos insistir nosotros en la oración) y es escuchado; para llegar a Cristo “deja el manto y da un salto”, deja todo lo que tenía y nos da ejemplo de dejar lo que nos retiene para ir al Señor y “da un salto” que es el salto de la Fe, ¡no temamos ponernos en manos de Dios quien no nos abandonará si clamamos a Él!;
- Aquel hombre es curado y “ahora puede ver” recordándonos que los bautizados somos llamados “iluminados” porque desde el momento de nuestro nuevo nacimiento “tenemos la luz de Cristo para guiarnos en las oscuridades e incertezas de la vida”;
- “Seguía a Jesús por el camino”, el final es una indicación de que somos “caminantes” con Cristo, no quienes vemos cómo pasa y se aleja; ¡vivamos la misión, demos testimonio de lo que él sigue haciendo con nosotros siempre!, pero para ello, clamemos a su amor, no perdamos la paciencia ni la Fe y ni desanimemos a otros. “Quien más aprecia la luz es quien ha sentido el peso de la oscuridad” decía San Juan Crisóstomo; no permanezcamos a la orilla del camino ciegos, Cristo pasa y puede curarnos.
Sobre todo acerquémonos como misioneros de luz y no de oscuridad a quienes no hallan la claridad en sus vidas: llevemos siempre la Buena Nueva luminosa del Evangelio de Cristo.
Indudablemente en Guatemala hay “luces y sombras”… por ello pidamos a Nuestra Señora del Rosario que tiene en sus brazos a Aquel que es la Luz, que interceda para tener en Guatemala la Luz de la verdad: ella nos llevará a practicar la justicia y pronto tendremos la Paz que es un don de Dios y una tarea de todo cristiano.