Queridos hermanos:
En estos domingos finales del Año Cristiano, la Palabra de Dios invita a cada uno a “evaluar” el camino hecho durante el año. Hoy se nos llama a realizar dicha evaluación sobre nuestra fidelidad a Dios en esta vida… vida que no es la única, sino que como decimos cada domingo “creo en la resurrección de los muertos y en la vida de un mundo futuro”. De esa vida futura nos hablan dos grupos de “siete hermanos”:
- Los siete hermanos hijos de la viuda, en el segundo libro que lleva su nombre, de la palabra “makaba” o “martillo” pues eran opuestos a los falsos dioses de los griegos: ¡ellos dieron su vida, uno tras otro, por permanecer fieles a Dios nosotros con facilidad preferimos quedar bien con el mundo y olvidamos o escondemos la Fe en Dios!. Es por ello que dichos hermanos, incluso confortados por su madre al martirio, “tendrán la resurrección” o vida después de la muerte, porque ya la buscaron y apreciaron hasta el punto de preferir perder la vida y no perderse para siempre;
- Los otros “siete hermanos casados con la misma mujer”, en una historia inventada para poner prueba a Jesús, hacen que él nos invite a ver hacia un futuro “donde ya no habrá matrimonio o muerte, sino que seremos como hijos de Dios”. La invitación es clara: si el año que termina o durante toda nuestra vida hemos “valorado, apreciado y nos hemos aferrado a lo visible, a lo inmediato” a lo que se y se siente y no a las “cosas de la Fe”, entonces estamos poniendo en peligro la vida verdadera, la que viene después de la presente.
Es por ello que San Pablo escribe en la Segunda Carta a los Tesalonicenses para invitarlos “consolarse en la esperanza, confortarse en sus corazones y disponerse a toda clase de buenas obras y palabras”: ¡reflexionemos, ya al final de este año, sobre nuestra fidelidad a Dios en lo pensado, dicho o actuado!.
Y oremos hoy de modo especial por la gran crisis que pasan los matrimonios, donde lamentablemente prevalece un interés por la vida de acá, las compensaciones de acá, los gozos de acá, que llevan a muchas parejas a la crisis de la desesperación, de la falta de paciencia, de la separación en detrimento de los hijos.
Que María, siempre fiel a la Palabra de Dios que era su Hijo amado, interceda para que vivamos cada día en la tierra, la fidelidad a Dios que prepara nuestra vida futura en su presencia.