Palabra divina… y ¿eficiente?

Monseñor Palma - Mensaje Pastoral

Monseñor Víctor Hugo Palma

Afirmaba Carl Sagan (1934 – 1996), en tono ciertamente despectivo hacia la Fe, que “Dios no habita en las nubes, sino en mentes nubladas”. Junto a él, una estela de pensadores contrarios al “creer” desde “cátedras notables” han dicho que “la Religión es del todo comparable con la neurosis infantil” (Sigmund Freud, 1856-1939). Actitud que tiene su raíz en la parcialidad del pensamiento positivo y empírico, pues ni la ciencia, en el caso de Sagan, ni el psicoanálisis, en el caso Freud, profundizan en otro tipo de conocimiento —el de la Fe—, que sí es posible, afirmado por San Juan Pablo II —Encíclica Fides et Ratio (1998)— y por Benedicto XVI con Papa Francisco —Encíclica Lumen Fidei (2013)— aquel de realidades “espirituales” que ha probado ser efectivo en el campo de la historia humana, valores, creencias coherentes y testimonios que van indicando los buenos caminos, pero que se atribuyen sólo a la inteligencia humana “sin Dios”. Vale recordar que la Palabra no es un mero mensaje o “libro” llamado Biblia o Escrituras, sino una persona divina, la Palabra hecha carne, con otras presencias suyas excelentes: el hermano y sobre todo, la Eucaristía.

Volviendo a la parábola del XV Domingo del Tiempo Ordinario:

1) El sembrador —en el fondo Dios Padre que prodiga la Palabra que es Cristo— “sale” a sembrar. No es un Dios escondido, encerrado, “Salió, cuando quiso acercarse más a nosotros, y saliendo de su situación de gloria, se hizo hombre” (San Jerónimo, 342 – 420 d.C.)

2) Es un Dios que “se oye” y no que se “ve” —como quieren los espectáculos milagreros que proponen sesiones de portentos prefabricados en la tele predicación—. La realidad abundante de los “frutos visibles de la Palabra” pasan desapercibidos y se los confunde como conquistas personales o sociales, aquel trinomio libertad, igualdad, fraternidad de la Revolución Francesa, en realidad no tuvo su incubación en meros principios clásicos —Platón, Aristóteles, etc.—, sino en una “palabra predicada” incesantemente por 17 siglos en el mundo de entonces, aunque, claro, el Parlamento Europeo y la misma ONU jamás aceptarán, por sus prejuicios religiosos. La luz de aquella Palabra la acusarán de Inquisición, con la “leyenda negra anticatólica”, etc. bien lo dijo el mismo Jesús en la parábola: “Teniendo oídos, no oyen”.

3) La acción de Divino Sembrador de “dar abundantemente la Palabra» pareciera destinada al fracaso, como lo señalaría la cuantificación de cualquier empresa o fuerza política, tres cuartas partes de lo sembrado se arruinan, tan solo una parte fructifica. Aún así, el objeto de la parábola es invitar a seguir prodigando la Palabra en medio de sociedades sordas por el exceso de medias verdades en las redes sociales, sin perder la esperanza (cf. San Juan Crisóstomo, 347 – 407 d.C.) evitando su manipulación con fines comerciales o políticos, según aquello de “dar al César lo que es del César, etc.” (Mateo 22, 21) y menos aún juntando lo que Cristo quiso separar cuando dijo, “No se puede servir a Dios y al dinero” (cf. Lucas 16, 13).

Sí, la Palabra es eficiente como la lluvia que cae y siempre rejuvenece la tierra (cf. Isaías 55, 10 ss) una sola actitud se urge a los escuchas, aceptar que no se es “buena tierra” sino maleza, hoy como nunca, por las medias verdades de las redes sociales, de los intereses ideológicos de género, de reivindicaciones, del egocentrismo que se cierra a la semilla de la verdad, “Mientras navegamos sin freno hacia el centro del yo absoluto, sometiendo hasta la identidad sexual a la propia autopercepción, al capricho subjetivo, ningún mensaje de fuera vale, sino el que afirme ese egoísmo” (cf. Mane Tatulyán, La Singularidad Radical 2023) sin el “colador” o “bloqueador” del ego, la Palabra es siempre eficiente, en los “pobres de espíritu” poseedores ya del Reino de Dios.