¡Oremos siempre como Hijos de Dios!

Queridos hermanos:

Este domingo nos presenta una enseñanza sobre algo fundamental en la vida cristiana: la oración, el diálogo, el encuentro con Dios “quien siempre nos escucha porque es nuestro Padre de misericordia”.

De hecho, orar no parece tan fácil, no estamos convencidos no sólo de que nos faltan las palabras adecuadas, sino también de que “nuestra oración cae e el vacío”, pero ¡no desconfiemos de la atención del Señor, mucho menos de que Él está atento amorosamente a nuestras súplicas!.

“Para orar bien, partamos de dar gracias al Señor y de orar por los demás, finalmente por nosotros mismos, nuestra oración se hará más efectiva” (O. Clement, El camino de la vida espiritual).

En la primera lectura del Génesis, Abraham encuentra ese secreto de la oración, ante la posible destrucción de los malvados de Sodoma y Gomorra, el caminante de Fe “pide intercediendo ante el Señor”. Abraham “ora regateando” para que Dios se apiade y no destruya juntos a buenos y malos; ¡aprendamos a pedir al Señor de la vida y esa vida será protegida y preservada por Dios!.

¿Por qué Abraham ora de esta forma “tan atrevida”?, porque “conoce la misericordia del Señor, porque confía en esa misericordia”. El salmo 137 también nos da una clave importante: “Te damos gracias, Señor”. Se nos invita a orar “agradeciendo y no solo pidiendo”. Para ello, hay que suplicarle al Señor “nos conceda ver lo mucho que Él nos da” en lugar de un reclamo de lo que quisiéramos, ¡a veces pedimos lo que nos conviene tener o pedimos cosas en lugar de un corazón nuevo lleno de paz!.

Una clave de “orar dando gracias” la da San Pablo, “Nuestra deuda fue borrada por Cristo en la cruz… estábamos muertos, ahora tenemos vida” (2ª. Lectura de la Carta a los Colosenses).

Pero es sobre todo en el Evangelio cuando el Maestro de la oración nos da como regalo el “Padre Nuestro”; una oración “propia de los hijos de Dios” y que ante todo busca el Reino de Dios, su santa voluntad y sólo después pide lo necesario (el pan cotidiano, ser liberados del mal), ¡oremos siempre el Padre Nuestro con la confianza de los hijos que se dirigen a su Padre, quien conoce nuestra necesidad y siempre actúa de alguna forma nuestro bien!.

Es lamentable que el Evangelismo ha perdido el Padre Nuestro por considerar que es una “oración o fórmula católica”; ¡oremos intercediendo por ellos para que vuelvan a pedir a Dios el amor y no la venganza, su gloria en la cercanía a los hermanos más que el enriquecimiento material!.

Y recordemos, la oración no cambia a Dios, porque Él ya es bueno, nos cambia a nosotros pues nos hace más fuertes.

Que Nuestra Señora del Carmen cuyo mes finalizamos, interceda por los migrantes y por todos los sufrientes de nuestros días, María, enséñanos también tú el secreto de la oración confiada, constante y humilde, Amén.

Firma Monseñor Víctor Hugo Palma