Llevar la Misericordia

Queridos Hermanos y Hermanas:

Este domingo la Palabra de Dios nos presenta el cumplimiento de la alabanza y profecía a la vez del himno del Cántico de Zacarías (Lc 1, 67-89): “Nos ha visitado el sol que nace en lo alto para iluminar a los que viven sombras de muerte”.

En efecto, el Señor misericordioso es aquel que “llega hasta el pecador” para “invitarlo a la conversión” pues se interesa de que éste vuelva al camino de la vida. Como bien lo dice el Libro de la Sabiduría en la primera lectura: “Les trae a la memoria sus pecados, para que se arrepientan y crean”.

Esta vista salvadora, comparable a la de un médico que “llega hasta el enfermo” para salvarlo, es la obra de misericordia que nos presenta de modo excelente la lectura del Evangelio cuando Jesús llega hasta el mundo privado de un hombre llamado Zaqueo.

Una historia tan conocida y hermosa, de la que podemos recordar:

  1. Jesús va de viaje a Jerusalén para obrar la misericordia extrema: dar su vida para la salvación de todos. Su viaje está lleno de “encuentros” donde cura y salva, no solo lo físico sino también lo espiritual que debe ser salvado;
  2. Jericó (“ciudad de la luna”) es un lugar hermoso pero muy necesitado de su visita salvadora. Cuanto Jesús llega, los habitantes de Jericó piensan que va a ser rey a Jerusalén y “todos quieren verlo”, entre ellos un hombre (Zaqueo = “bueno”) que ni sospecha que Jesús viene a Jericó precisamente por él, ¡cuántas veces no percibimos que el Señor viene por nosotros y quiere “hospedarse con nosotros” para darnos lo que tampoco pensamos necesitar, su salvación!;
  3. Zaqueo al menos hace un esfuerzo por “ver” a Jesús, se sube a un árbol de “sicómoro” que produce frutos amargos, pero si se los pica a tiempo endulzan; ¡Zaqueo hizo todo lo que pudo para ver a Jesús, porque en el corazón de todo hombre hay una esperanza”!;
  4. Curiosamente, si Zaqueo de pequeña estatura se sube al sicómoro para ver a Jesús, éste lo ve a él y deja la gente para decirle: “Baja, hoy tengo que hospedarme en tu casa”. Naturalmente las gentes hablan mal de Jesús, “Ha ido a hospedarse en la casa de un publicano”, ¡cuántas veces queremos poner límite a la gracia de Dios, encerrar a Dios en nuestros esquemas mentales, de lucha de clases sociales, y no comprendemos que Dios busca a todos sus hijos para darles parte en la vida eterna!. En efecto, con aquella visita “no populista” se cumplía el plan del Señor: “No necesitan médico los sanos, sino los enfermos” (Lc 5, 31) y también “el buen pastor deja las noventa y nueve y va en busca de la oveja perdida, y cuando la encuentra la lleva en hombros y se alegra, he encontrado la oveja perdida” (Lc 15, 5ss).;
  5. Finalmente, Jesús “visitador misionero de la misericordia” logra la conversión de Zaqueo quien por haber sido visto y visitado por Jesús, ahora ve a los que antes no veía: “Señor daré la mitad de mis bienes  a los pobres…”.

Si fuéramos misioneros de la misericordia y no jueces condenatorios “a distancia” de los que consideramos fuera del reino,  imitaríamos a Jesús visitando como dice el Papa Francisco “incluso a los peores pecadores” y así en Escuintla, en Guatemala y el mundo, podría tenerse un nuevo comienzo, pues “donde termina la justicia, comienza la misericordia”.

Que el final del Mes del Santo Rosario deje en nosotros el deseo de continuar como Iglesia la “visita misericordiosa de Dios” a tantos en cuya conciencia no todo está perdido y necesitan un hermano que les lleve la palabra de perdón y la vida.

Firma Monseñor Víctor Hugo Palma