Mensaje de Monseñor Víctor Hugo Palma, Obispo de la Diócesis de Escuintla
Queridos hermanos y hermanas en el Señor:
La Palabra de Dios en este segundo domingo del tiempo llamado “ordinario” nos invita al seguimiento de Cristo que nos llama: a hacer camino durante todo el año con Aquel que hace ocho días era “mostrado por el Espíritu y por el Padre” en el Jordán, y quien será durante el año que todavía iniciamos el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14, 5) y a quien no debemos perder de vista.
La razón es clara: Ya en la escena del Primer Domingo del Tiempo Ordinario, en el Bautismo del Señor, Cristo se presentó como Hijo de Dios y modelo de vida para llegar a ser hijos en Él (cf. Gal 3,26) es decir llamándonos a una vida nueva.
Ahora, las lecturas bíblicas presenten el tema doble de la vocación-seguimiento de Aquel que se ha mostrado en Jordán: el discipulado y la misión han comenzado para los que compartimos el Bautismo nos enseña el Santo Padre Francisco en su exhortación “La alegría del Evangelio” y en otros momentos de su catequesis: “En el Bautismo se abre la puerta a una verdadera novedad de vida que no está oprimida por el peso de un pasado negativo, sino que recobra ya la belleza y la bondad del Reino de los cielos.
Es una poderosa intervención de la misericordia de Dios en nuestras vidas, para salvarnos. Ésta intervención salvífica no quita nuestra naturaleza humana su debilidad; -todos somos débiles y todos somos pecadores, ¿eh?- ¡y no nos quita la responsabilidad de pedir perdón cada vez que nos equivocamos!” (Catequesis del 13 de noviembre del 2014).
Cada uno está invitado a iniciar un camino muy concreto en pos de Cristo como lo narra San Juan en Evangelio de “los primeros discípulos” invitados a “quedarse con Jesús” desde el momento de su encuentro.
Ese “quedarse” es la vida del discipulado que se hace vida en aquellas opciones que poco “a poco se van clarificando” como en el caso del joven Samuel que oye “tres veces” la llamada a comenzar una misión en Israel (1ª. lectura): llamada a la que se deber responder con disponibilidad: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad” como lo repite la antífona del Salmo Responsorial.
Llamada, en fin, que llegan a la transformación radical de las costumbres, de las aspiraciones y relaciones con los otros en todos los niveles de la propia vida (2ª. lectura): precisamente allí, en el dramático escenario de la relaciones físicas, hoy tan empobrecidas por el erotismo, el materialismo, la confusión de la dignidad del cuerpo humano con aberraciones contrarias a la Ley Natural y cuanto más, al altísimo destino de la persona.
En síntesis: De a partir de este “segundo domingo de la llamada y seguimiento” el tiempo ordinario se convierte en el tiempo de discipulado y misión que “mueve” hacia adelante, que hace progresar en cada uno la vida de la fe, no para sí mismo, sino hacer presente el mundo la primera vocación de toda persona: el llamado a la santidad en las cosas ordinarias de todos los días, en las relaciones concretas consigo mismo y con los hermanos.