Queridos hermanos:
Como todos los años, nuestra Madre y Maestra la Iglesia Católica nos ofrece este “tiempo fuerte” de la Cuaresma para “entrar en el camino la conversión, de la purificación espiritual, de la vuelta a nuestra relación con Dios”.
En la Cuaresma no caminamos estos cuarenta días hacia “algo” -como podría ser un sentirnos y ser mejores que los demás- sino hacia “alguien”, hacia el buen Dios Padre que nos ha dado la vida y nos ofrece recobrarla en la Pascua de su Hijo Jesucristo; ¡no retardemos el inicio del camino cuaresmal, aprovechemos cada paso ayudados por la gracia del Espíritu Santo!.
Hoy se nos propone “volver a confesar” es decir, a testimoniar nuestra fe y es que tantas veces perdemos de vista quienes somos como hijos de Dios y olvidamos los beneficios de Dios.
La primera lectura del Deuteronomio es una “confesión”; éramos caminantes, errantes, pero el Señor nos dio la tierra prometida, que de nuevo perdimos por el pecado, por “caer en las tentaciones de los ídolos que no son Dios, el materialismo, el culto a las riquezas, la soberbia del corazón.
Es por ello que en el Evangelio se nos presenta a Cristo que hace “la primera cuaresma”, entrando en el desierto y saliendo vencedor de él, tras haber luchado resistió al demonio rechazando ese materialismo, amor a las riquezas y soberbia que el Maligno le propone; ¡entremos también nosotros en este tiempo que no es de playa, de diversión, de verano, como dice la mercadotecnia, sino la lucha espiritual contra el Enemigo de Dios!.
Y notemos que Jesús fue “llevado al desierto por el Espíritu Santo, es decir, en la Cuaresma también nosotros, miembros de Cristo, somos llevados a un ciclo de prueba, de combate para salir renovados, fortalecidos.
Pero si el antiguo Israel fue vencido en el desierto pues llegó hasta a renegar de Dios (Nm 11, 1s) nuestro modelo es Jesús que va respondiendo al demonio no solo con citas bíblicas, sino con su firme decisión de no apartarse del camino del bien, de la voluntad de Dios.
Recordemos en esta Cuaresma 2019 el llamado especial del Papa Francisco a “una conversiòn ecológica”; ¡tomemos en serio nuestro pecado contra la naturaleza; pecado que causa no solo la contaminación ambiental sino compromete a la humanidad, si los cristianos no “cuidan de la casa común!.
Para ellos hemos de “confesar” no solo con los labios sino con el corazón, como lo dice San Pablo en la Carta a los Romanos. El corazón significa el área de nuestros afectos, decisiones profundas y serias; ¡que nuestra Cuaresma tenga esa seriedad de pasar de la alabanza al trato nuevo de justicia, de solidaridad, de paz y perdón para nuestros hermanos.
Y no olvidemos que mientras caminamos hacia el Señor, Él mismo se acerca para darnos amorosamente la vida nueva que tanto necesitamos. Encomendamos nuestro camino cuaresmal a María, refugio de los pecadores y “estrella brillante” que nos conduce como Madre hacia la Pascua de Vida del Señor Jesús.