Queridos Hermanos y Hermanas:
Iniciamos hoy la Semana Santa, bien llamada por la tradición “Semana Mayor” pues en ella el plan divino de salvación llega a su cumplimiento en el Misterio Pascual de Cristo; en la pasión, muerte y resurrección del Señor que celebraremos en nuestros ambientes de fe católica con tanta devoción y esperanza, tenemos la mejor prueba de la inmensa misericordia de Dios Padre.
De Él, dice el mismo Jesús en el Evangelio según San Juan 3, 16: “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna»; ¡vivamos con especial devoción esta Semana Santa del Año de la Misericordia, abramos nuestro corazón al inmenso amor de Dios que en la Pascua, por su misma misericordia, nos dará la vida nueva!.
Y todo inicia, como sabemos y celebramos, con “la entrada de Jesús en Jerusalén”; un ingreso que es la imagen viva de quien, aún sabiendo el dolor tremendo que le esperaba, se decide “movido por amor al Padre y a sus hermanos” a entrar en su pasión y muerte para pasar –solo por este camino- a la resurrección. Hoy, aparte de la hermosa procesión de ramos, se nos revelan detalles hermosos en la misma:
- Cristo es humilde, entra montado en un burrito, un transporte propio de las gentes más sencillas, ¡es que Dios para amar, se abaja, se acerca, eso quiere decir: “misericordia”!;
- Las gentes le dicen “Hossana” palabra que significa: “ten piedad”, y es precisamente lo que él va ha cumplir; por su piedad, por su misericordia se entregará voluntariamente por todos.
Es así como la misma lectura de la Pasión de Cristo en este Año de la Misericordia destacan los detalles del amor misericordioso del Señor mientras se cumple un momento humanamente tan doloroso, pero radiante del amor divino:
- Ya en la cena, aún sabiendo que Pedro le negará, Jesús ora para que “al volver, confirme a sus hermanos en la fe”, ¡El Señor nos enseña a perdonar los errores, aún con cierta “prospectiva” es decir “casi por adelantado”;
- Él instituye la Eucaristía, que es el Sacramento del Amor “que se queda” para siempre con los que ama para alimentarlos, para nutrirlos de sus muchas debilidades;
- En el huerto, al ser capturado y siendo defendido por uno de los suyos que hiere a espada a un criado del sumo sacerdote, Jesús “le cura la herida”; ¡siendo injustamente tratado, nos enseña a sanar a quien sufre, aún cuando esté haciéndonos daño!;
- En todo el camino al Calvario, Jesús es consolado por los que le encuentran, pero él mismo llama a pensar en sus propios hijos, en sus propias familias; ¡el amor no piensa en sí mismo, sino que antepone la atención a los demás!;
- Finalmente, en la cruz, perdona al ladrón arrepentido: ¡Cristo es el “hoy de la salvación” para todos sus hermanos, porque sabe hacer hermanos de los pecadores!;
- Finalmente por sus asesinos y pide “Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen”; ¡que el cristiano imite a su Señor, y no pida muerte sino tenga misericordia incluso para con el culpable!.
Iniciemos pues, esta Semana Santa: oremos por nuestros sacerdotes recientemente fallecidos, padres Efraín e Imerio, y que su ministerio de misericordia y la escucha de la Pasión de Misericordia nos conceda una tierra escuintleca capaz de abrirse al amor de Dios para tener vida en abundancia.