Queridos hermanos y hermanas:
El penúltimo domingo de año hace más intenso el clima de evaluación, de reflexión y al mismo tiempo de esperanza, no hemos caminado solos, en todo momento el Señor ha estado con nosotros y ha puesto su confianza en nosotros, ahora justamente nos pide dar cuenta de los dones recibidos.
En ocasiones sin embargo nos parece que hemos recibido pocos dones de Dios y que al final somos dueños de lo que tenemos: ¡no olvidemos que somos hijos de Dios y que es el amor a nuestro Padre el que debe movernos a responder a sus dones!.
Dos rostros lamentablemente opuestos, perfilan hoy esa respuesta a los dones recibidos:
- La esposa hacendosa, que en su vida cotidiana encuentra la fuerza no solo para cumplir con su deber, sino que de forma creativa “compra lino y lana” para hacer, según se acostumbraba en los hogares de aldeas y de gente sencilla cinturones para venderlos y lograr “unos centavos extra” para el bien de los suyos.
No nos confundamos: no es solo alguien muy trabajador y productivo, pues su interés no es “más dinero”, lo que la mueve es el amor a su familia y como bien lo dice el salmo responsorial: “Dichoso el que teme al Señor”, podemos decir que no es una alabanza al esposo y a la dicha que tiene de tener una esposa “trabajadora y creativa”, el en fondo es ella quien “teme al Señor”, quien da “mucho fruto” de los dones recibidos por el amor de los suyos;
- El segundo rostro es lamentablemente el del “siervo malo” que contrariamente a los demás que han recibido dones o “talentos” y los han puesto a trabajar, él se levanta contra su señor:,en primer lugar “entierra el talento” es decir, en la ley antigua quien hacía eso, quedaba libre de la responsabilidad de producir los intereses, etc.
Jesús usa esta imagen para mostrar aquella actitud de “ingratitud” e incluso de defensa que tantas veces tenemos contra Dios. ¡No olvidemos que la vida es un campo de labor por el Reino de Dios, donde cada día podemos hacer tanto, con solo suplir de su misma Gracia que despierte nuestro corazón cerrado por el egoísmo!.
Aquel hombre se siente sin duda “resentido” hacia sus compañeros, ellos ciertamente recibieron más, pero él olvida que por ello mismo deben dar más. Cuando reclama a su señor, notemos que tiene preparada su defensa, lo acusa de ser injusto y muy exigente.
Ciertamente el mismo Señor dice así: “Cosecha donde no sembró y recoge donde no esparció”. La enseñanza puede entenderse mal, en el fondo el Señor no nos pide más de lo que objetivamente podemos darle como respuesta, pero siempre pide una respuesta; “No todo el que me dice <Señor, señor> entrará el Reino de los cielos, sino el que pone por obra mi palabra” (Mt 7, 21).
San Agustín llamaba a ésta la “parábola del talento perdido” pues ese don fue mal usado, ignorado, lo perdió el siervo malo, lo perdieron los demás, lo perdió el Señor.
Pidamos al Señor no solamente la capacidad de dar el fruto a los dones que tenemos: la vida, la familia, el trabajo, la salud, etc. Pidamos tener la motivación principal, el amor a Él y a nuestros hermanos. Y que el fruto principal sea ante todo la misma caridad, el don más grande que es precisamente un regalo divino y una tarea de los hijos de Dios.