Queridos Hermanos y Hermanas:
Con la característica propia de los últimos domingos del Año Cristiano, hoy la Palabra de Dios nos invita “ver hacia el futuro para evaluar el pasado y encaminarnos bien en el presente”: este penúltimo domingo se habla “en futuro” de “días terribles por venir” y como todos sabemos ¡a cuantos gusta este lenguaje de temor, de miedo y sobre todo de distracción de la responsabilidad diaria”.
La enseñanza de Cristo a través de la Iglesia nos recuerda:
- Los “días terribles” con fenómenos en los astros (estrellas, luna, sol) no son sino una expresión de que el Reino de Dios ha comenzado con Cristo y que ese Reino afecta, conmueve la creación: recordemos que a la hora de la muerte de Jesús en la cruz “el sol se eclipsó” y vino una gran sombra sobre la tierra… pero ¡aquí estamos, 21 siglos después! Pues como bien lo dice el mismo Señor hoy: “nadie sabe el día ni la hora, ni los ángeles, ni el Hijo, sino solo el Padre. ¡Cuidado con los predicadores de destrucción que tanto ha conocido Guatemala en los terremotos y catástrofes, pues predican a un Dios destructivo que no es el Dios de Jesucristo!;
- La intención del Señor está clara en lo que sigue: se llama a vivir en atención a la propia vida: la comparación vegetal con la higuera y sus ramas invita a examinar como decíamos, ese año que va pasando en las actitudes, decisiones, etc. que hemos tomado para bien o mal de nuestra propia vida cristiana. Las noticias terribles y la fecha que “parece dar el mismo Señor” (“Todo pasará antes de que termine esta generación”) tienen la misma función: en la vigilia de la Fe no podemos olvidar que cada existencia es un camino que inicia y acaba (como recordamos de nuestros difuntos este mes de Noviembre) y que hay “signos” no de destrucción sino que llaman a la meditación y a vivir una vida según la voluntad de Dios expresada en su Palabra y en la enseñanza de la Iglesia;
- Interesa por tanto comenzar a vivir de cara a la Palabra escuchada, esa “evaluación” del año 2015 en su calendario cristiano: ¿hemos dado el fruto que corresponde al don de la Fe que nos fue otorgado desde nuestro Bautismo? ¿vemos el quehacer de cada día como una ocasión de santificarnos en las cosas sencillas en el trabajo, en la familia, en el compromiso por una sociedad menos violenta y más fraterna? ¿estamos cerrando pues, con ganancia o pérdida espirituales este año que no volverá?. San Agustín decía que “la última hora de la historia parece que se ha vuelto muy larga, pero no olvidemos que es la última”.
Como suele hacerse en las parroquias, en los compromisos pastorales, que estos días sean de gratitud al Señor que ha estado con nosotros; que sean de compromiso para seguir viviendo con pasión, con dedicación y sin distracciones fantasiosas el presente, y que el futuro que Dios nos conceda sea siempre mejor de parte nuestra: con menos interés por la fecha del fin del mundo y mucho más deseo de encontrar diariamente al Señor en el hermano, especialmente en el más necesitado.