Mensaje de Monseñor Víctor Hugo Palma, Obispo de la Diócesis de Escuintla
Queridos hermanos y hermanas en el Señor:
Luego de la hermosa celebración del Cuerpo y la Sangre de Cristo, en este 11º. domingo del tiempo ordinario, retomamos las enseñanzas del Señor en su Palabra: Él nos instruye y da confianza sobre su Reino entre nosotros. Hoy Jesús nos revela lo que puede llamarse el “misterio de ese Reino de Dios”: es decir, de la vida nueva que viene del Señor y cómo llega a nosotros.
En las lecturas bíblicas encontramos comparaciones vegetales de esa vida nueva: en la primera lectura del profeta Ezequiel, Dios promete plantar un retoño de un árbol antiguo en una “montaña alta de Israel”: si nos fijamos es una siembra extraña, desproporcionada (un retoño pequeño en una gran montaña) pero queda claro que Dios puede hacer cosas maravillosas y engrandecer lo pequeño. Dice que los árboles grandes quedarán avergonzados delante de lo que él ha sembrado.
Sólo el Evangelio nos aclara estas cosas: Jesús, también usa otras dos comparaciones vegetales:
- En la primera, describe cómo sin que el dueño del terreno se entere, las semillas van creciendo de pequeñas hasta dar fruto abundante. Jesús nos revela que su Reino, el Reino de Dios tiene una fuerza en sí mismo, no depende del todo de nuestra comprensión o de nuestro esfuerzo. Tal y como lo dice San Pablo: “La Gracia de Dios actúa siempre” (Rm 12, 3ss). Con esto quedamos invitados a esperar en Dios, pues a veces nos parece que en el mundo solo hay corrupción y mafia, y que la evangelización, la pastoral de la Iglesia, la vida cristiana no logran cambiar nada;
- En la segunda comparación, Jesús insiste más: resulta que el Reino de Dios es como la semilla más pequeña, la de la mostaza, que en apariencia es insignificante, pero que se convierte la mayor de las hortalizas y hasta los pájaros vienen a hacer nido allí. Una bella comparación, pues los antiguos judíos veían pasar los pájaros del cielo y los comparaban a las naciones que estaban más allá de sus fronteras.
Así, vemos que siguiendo los viajes del Papa Francisco por el mundo, y viendo los dos mil años de la historia de la Iglesia se cumple esa figura: la Palabra y la presencia de esa Iglesia Cuerpo de Cristo, han llegado a muchísimas naciones y culturas, si bien falta mucho esfuerzo misionero para llegar a todos. Una doble enseñanza queda hoy clara:
- Como decía San Pablo en la segunda lectura “vivamos la confianza aún en este mundo perverso, corrupto, impune” pues, aunque no lo parezca, Dios sigue actuando en este mundo, su Reino (¡que es el mismo Cristo!) misteriosamente sigue avanzando y motiva la misión de los cristianos;
- Tenemos el compromiso de vivir la “alegría del Evangelio” y con humildad, hacerlo presente en todos los ambientes incluso a los más perversos.
Con humildad, alabemos al Señor que hace crecer su presencia entre nosotros y llevemos la Buena Nueva para que muchos que ignoran o desconfían de la Fe cristiana y su fuerza para transformar el mundo con la Gracia del Señor.