Queridos hermanos:
El domingo tiene lugar el “encuentro con el Señor, en el hermano, en la Palabra y en la Eucaristía”. No se trata de que nosotros venimos a Él, sino de que Él viene a nuestra vida, a nuestra cotidianidad, a nuestra casa.
Es el Señor misericordioso, quien aunque nos conoce en nuestras debilidades y pecados “se compadece de todos” como enseña la primera lectura del Libro de la Sabiduría: “Tú perdonas a todos, porque todos son tuyos”. Incluso es un Dios “Padre bueno” que como tal, “nos corrige poco a poco y nos hace recordar nuestros pecados” con la misma finalidad de salvarnos: ¡apreciemos y agradezcamos la bondad del Señor misericordioso!.
Hoy en el Evangelio “Jesús que es buscado por todos, busca y visita en su casa a un pecador” a Zaqueo, jefe de publicanos:
- Contra la opinión popular, Cristo no condena a Zaqueo, sino que “lo busca y entra en su casa”
- Es un gesto inesperado de Zaqueo agradece y lo llevará a la conversión: ¡Imitemos la cercanía de Cristo al pecador y no condenemos de lejos a quien nos parece inferior a nosotros en cuanto a la Gracia de Dios, así lograremos cambios en los corazones!
- Zaqueo, visto por Cristo arriba del árbol, ahora “ve a sus hermanos pobres”: quizás ante no los tuvo presentes.
Él no promete “darle nada al Señor” sino a los más pobres, e incluso a quienes ha defraudado: ¡la conversión pasa por la reposición de lo robado, no solo por palabras de arrepentimiento!. San Pablo, escribiendo a los Tesalonicenses en su Segunda Carta habla de la “venida del Señor”, un tema que se refiere al “fin del mundo” pero que se da constantemente pues “es Cristo que pasa” y quiere que nuestra casa, es decir, nuestra vida sea el lugar de su recibimiento.
Apenas ayer recordamos a nuestros hermanos difuntos: ese recuerdo tiene su mejor fruto no solo en la visita a las tumbas, o en la oración por ellos, por las “almas del Purgatorio” sino también en la toma de conciencia de los que estamos “todavía vivos”, ¡cuántas veces Cristo pasa y no lo dejamos pasar!; ¡cuantas veces toca a nuestro corazón: si le abriésemos la puerta, tendríamos vida nueva!
Como ocurrió a aquel hombre llamado Zaqueo cuyo nombre quiere decir “justo, puro” y que llegó a serlo abriendo su casa al Señor misericordioso!. Zaqueo es quien puede decir como el Salmo responsorial: “Bendeciré al Señor eternamente, porque es fiel a sus palabras y lleno de bondad”…
Que María, Refugio de los Pecadores interceda por nuestros difuntos, y por nosotros, para que seamos sensibles al paso de Cristo, ya no por Jericó, sino en tantas formas y momentos de cada día.