Queridos Hermanos y Hermanas:
El segundo domingo de Pascua es especial, es el “Domingo de la Divina Misericordia” así querido por San Juan Pablo II y al que nos invita también el Papa Francisco recordando esta devoción tan extendida.
Nuestra plegaria se extienda también a tantos Santos y Beatos que hicieron de la misericordia su misión de vida. En particular el pensamiento se dirige a la grande apóstol de la misericordia, santa Faustina Kowalska. Ella que fue llamada a entrar en las profundidades de la divina misericordia, interceda por nosotros y nos obtenga vivir y caminar siempre en el perdón de Dios y en la inquebrantable confianza en su amor” (Bula “El rostro de la Misericordia” 24).
En la Palabra de Dios hoy brilla esa misericordia divina:
- Cuando la Iglesia se extiende maravillosamente luego de la Resurrección del Señor. Pero ¡cuidado!, no se trata de que aquellas curaciones y milagros de los que habla el Libro de Hechos de los Apóstoles son como las “campañas evangelistas” de poder, curación y sobre todo de “ofrenda”; ¡la Iglesia no hereda el poder de Dios sino su Misericordia!, todo lo que ocurría entonces –enfermos que eran llevados, atormentados que eran liberados- es la continuación de la obra de Cristo Misericordioso que pasó “haciendo el bien”, es decir prodigando el amor y no las muestras de un poder sobrenatural;
- Cuando la Iglesia es contemplada por Juan, autor del Apocalipsis, como una serie de comunidades en medio de las cuales “vive el Señor Resucitado”. Cristo, por su amor se ha quedado siempre con su Iglesia, aunque es ahora “el Señor ante cuyo nombre se dobla toda rodilla” como dice San Pablo (Fil 2, 6ss), es quien dice: “No temas: yo soy el primero y el último…”. ¡Si Cristo vive entre nosotros no es como un señor de poder y de asombro que nos asusta, sino como Aquel que sigue amándonos y dándonos su presencia sencilla, por ejemplo, en la Santísima Eucaristía!;
- Cuando Cristo, “vuelve de nuevo a dar la paz” a sus discípulos, pero sobre todo a “buscar a aquel discípulo que tenía dificultades para creer” el famoso Santo Tomás. Ciertamente es un evangelio que nos pide “creer en la presencia del Señor” más allá de visiones (“Dichosos los que creen sin ver” dice el mismo Jesús) pero sobre todo nos presenta a este Señor Resucitado que “con paciencia, con amor, con insistencia”, vuelve no para castigar sino para alentar la Fe de Tomás, ¡que nosotros también vivamos la misericordia dando siempre una “segunda oportunidad, y muchas oportunidades” a aquel hermano o hermana que tiene dificultad para creer y que ello lo practiquemos sobre todo en la Familia!.
Vivamos intensamente este Domingo de la Divina Misericordia y que el Resucitado nos conceda en Escuintla la paz y respeto a la vida, la solidaridad para con quien es pobre en el cuerpo o en el espíritu.
Recordemos pues que “misericordia” es cercanía, comprensión, abajamiento… cosas tan difíciles en una sociedad impaciente y acelerada como la que nos toca vivir.
Y que la Madre de la Misericordia interceda para que cumplamos siempre esta obra de verdadero amor: “Tener paciencia con los defectos de los demás”, “perdonar al que nos ha ofendido”.
Para todos ustedes, ¡Feliz Domingo de la Divina Misericordia!