Queridos Hermanos:
En medio del tiempo luminoso de Navidad, tiene lugar hoy la Fiesta de la Sagrada Familia, un cuadro tan hermoso como conocido en la Iglesia Católica, a la vez que una invitación del Señor y de nuestra Madre y Maestra la Iglesia para reflexionar y vivir a fondo la maravillosa experiencia de “ser parte de una familia”; ¡el mismo Dios ha querido esa experiencia para su Hijo, hoy contemplado por el mundo bajo el cuidado de María y de José!.
Para esa reflexión, la 1ª. Lectura nos invita a “apreciar y amar a profundidad a nuestros padres”, el cuarto mandamiento de la Alianza es tomado hoy como fundamento de la Fe: ¡en medio de un mundo que no reconoce el valor del no nacido y desprecia al anciano, hemos de oponernos a la cultura del “descarte” de los más débiles! nos recuerda el Papa Francisco.
Por ello el salmo llama hoy “dichoso” al hombre que “teme al Señor”, es decir que respeta esa Ley de Dios que pide a cada generación no romper el vínculo del amor y del respeto, de la ayuda y del aprendizaje entre generaciones.
Pero ¿cómo debe vivirse en familia según la voluntad de Dios?. Es San Pablo en la segunda lectura quien “dibuja” el camino de las relaciones familiares cristianas: comprensión, generosidad, humildad y paciencia, entre otras actitudes, son los “valores” que hoy se han perdido mucho en el cuadro familiar, por la influencia de una cultura sin Dios, por los modelos de inmoralidad, por la presión de ideas extrañas e injustas (derecho a abortar –es decir, a matar en otras palabras- matrimonio entre personas del mismo sexo, inducción a los niños y jóvenes a “cambiar de sexo”, etc. etc).
La familia hoy está bajo ataque fuerte de sus enemigos, y a veces los cristianos caen en la trampa de llamar “derechos” a lo que es contrario a la naturaleza humana y a la verdad que viene de Dios: ¡defendamos a la Familia, defendiendo el derecho del nacido y la institución del matrimonio entre hombre y mujer, fundamento de la familia auténtica!.
Finalmente el Evangelio nos presenta un “cuadro silencioso”; sin palabras, la bella escena de unos padres sencillos que cuidan al Hijo de Dios con sencillez y ternura, pero también en medio de muchas dificultades (pobreza, migración por la persecución de Herodes, etc.).
Cada niño es una bendición si hay “paternidad y maternidad responsables” y la sociedad sigue la verdad de lo humano y se abre a la voz de Dios.
Oremos para que la familia escuintleca, tan disfuncional si somos sinceros, sea escuela de estabilidad, de respecto, de paz y no de violencia, de perdón y de comprensión.
Nos lo conceda aquella “sencilla familia” a la que decimos: «Oh Sagrada Familia de Jesús, María y José, sean nuestras bendición».
Señor, bendice a nuestras familias que en este 2018 que ya comenzamos sea cada uno en casa instrumento de tu amor a los demás y dé lo mejor de sí mismo, en ambiente de oración, de diálogo, de encuentro pues “¿de qué sirve darles a los hijos lo mejor material si no les damos el calor familiar?” (S. Biffi) y “ayuda a tus hijos a encontrar a Dios y les darás la verdadera felicidad” (San Juan Pablo II).