Queridos hermanos y hermanas:
La instrucción del Señor Jesús a su Iglesia discipular y misionera, presenta hoy un tema fundamental, a través de la figura de la “viña” (el sembrado de la vid de la que se produce el vino de la uva) el Señor demanda justamente “aquellos frutos” que antiguamente el pueblo de Israel debería haber dado al Dios de la primera alianza, hoy, también la Iglesia, viña santa de Dios como la define el Concilio Vaticano II, debe preocuparse de entregar al Señor “los frutos que Él espera”, diríamos acertadamente, de justicia y de caridad.
Así, el profeta Isaías “canta la canción de la viña de su amigo” en la que describe la actitud ingrata de Israel ante los cuidados de Dios, en lenguaje agrícola, el profeta describe cómo el Señor eligió, proveyó y cuidó a su pueblo, el cual en lugar de los frutos de la fraternidad, del amor, de la solidaridad, da lo contrario: odio, violencia, explotación del hermano.
El “castigo divino” será la destrucción del reino de Israel: es decir, como bien lo dice el proverbio “malos caminos llevan a malos resultados”. El salmo aclara –por si alguien se resiste a “escuchar de modo directo”- cuando afirma que “la viña del Señor es la casa de Israel”, algo que bien puede traducirse, como ya indicamos, diciendo que hoy la “nueva viña de la Iglesia” debe dar los frutos esperados por su Señor.
Pero es sobre todo la parábola excelente del Señor Jesús en Jerusalén la que “aclara el misterio de la ingratitud que se esconde en los corazones humanos”. En la parábola:
- Hay un cambio, en lugar de la viña misma son “los viñadores” quienes actúan mal, Jesús se refiere a los jefes del pueblo, pero en cierto modo –como los Padres de la Iglesia la han interpretado- esa viña de cuyos frutos nos hemos apoderado, es el Reino de Dios que no nos pertenece, de cuyos frutos nos disculpamos incluso con actitudes violentas, ¡no confundamos la Fe con un camino de bendición y de bullicio, busquemos en nuestro corazón si estamos dando al Señor la parte de la cosecha diaria que espera de nuestros pensamientos, palabras y obras!;
- Es bien sabido que la historia que cuenta Jesús es su propia historia: él está a punto de ser el “hijo amado del dueño de la viña” que será golpeado y muerto “fuera del terreno” como ciertamente fue crucificado el Señor fuera de los muros de Jerusalén;
- Finalmente la sentencia se refiere que “sí es posible perder la herencia del Reino, perder la viña que nos fue dada más allá de nuestros méritos” si no damos los frutos que el Señor pide en familia, en comunidad parroquial o diocesana.
Con la dureza pero sobre todo con la sinceridad de la Palabra divina, bien podemos terminar con el comentario de San Agustín donde se nos pide ser “responsables” es decir, dar la respuesta con frutos: “El Dios que te creó sin tu ayuda, no te salvará sin tu ayuda”.
Que nuestra Señora del Rosario, a quien encomendamos las víctimas de las inundaciones en los municipios de Iztapa, Puerto de San José, Sipacate, Nueva Concepción, que ella nos ayude a “responder al Señor” con amor, con generosidad, siguiendo su ejemplo cuando dio el primer fruto, el de la Fe, cuando dijo: “Hágase en mí según tu Palabra”.