Queridos Hermanos y Hermanas:
Hemos llegado al “tiempo fuerte” de la Cuaresma, ocasión para la conversión y para alegrarnos en la seguridad del perdón misericordioso del Padre. En efecto, es esta una Cuaresma especial, propia del Año de la Misericordia, con un inicio que coincide con la presencia tan cercana en México del Santo Padre Francisco en su visita a la tierra guadalupana, y especialmente al drama de la violencia y la migración que sufren tantos hermanos nuestros de toda Centroamérica.
Así, la Palabra de Dios nos anima este domingo a vivir la Cuaresma como un “tiempo de victoria” de la Misericordia sobre el pecado. Hoy en el Evangelio Jesús, revelador del amor de Dios, vence las “tentaciones” que el Demonio le pone, en todo momento el Hijo de Dios misericordioso se muestra obediente al Padre y es modelo para que también nosotros entremos en Cuaresma con la seguridad de que Dios está de nuestra parte si nos disponemos cada día a cumplir su voluntad. Recordemos que si fue tentado el Hijo de Dios, cuánto más lo somos nosotros, especialmente.
- Por el inmediatismo simbolizado en la tentación del “pan”; Cristo vence al mal recordándonos que ninguna necesidad humana puede sacrificar la dignidad de “hijos de Dios”. El Diablo tienta a Jesús “al final de los cuarenta días”, él sabe aprovecharse de cuando estamos débiles y cuando lo humano y necesitado que hay en nosotros pareciera ser lo más importante, pues ya lo afirma Jesús: “No solo de pan vive el hombre”;
- Tentados por el afán de la riqueza y del poder: el Diablo muestra al Señor los reinos de la tierra, reinos que en el fondo no son solo sociedades humanas, sino concentraciones de poder económico, estructuras en ocasiones de “verdadero pecado social” como nos recuerda el Papa Francisco en su Mensaje de Cuaresma para este Año 2016: “…estructuras de pecado vinculadas a un modelo falso de desarrollo, basado en la idolatría del dinero, como consecuencia del cual las personas y las sociedades más ricas se vuelven indiferentes al destino de los pobres, a quienes cierran sus puertas, negándose inclusive a mirarlos” (Mensaje “Misericordia quiero y no sacrificio”, Mt 9, 13);
- Finalmente, la tentación de la soberbia de “poder hacer las cosas mejor que Dios”: la invitación a lanzarse del Templo, lugar tan importante en el Evangelio según San Lucas, toca el orgullo humano que ya se demostró en el primer pecado, “Serán como dioses” dijo en aquella ocasión el Diablo a Eva.
¡Venzamos también nosotros todas las formas de búsqueda solo de lo material, de lo injusto, de lo que expresa nuestra soberbia y nos hace ciegos a los más pobres de nuestros hermanos!. Que con aquella humildad que recomienda hoy el Deuteronomio (“Mi padre fue un arameo errante”), confesemos a Cristo como “Señor”, dice San Pablo. pero también tomemos su “señorío” en nuestras vidas, no dejando ya que impere lo carnal, sino la vida en el Espíritu, que esta Cuaresma nos dará un corazón capaz de perdón, de misericordia y de paz; la victoria sobre el Mal será nuestra si recurrimos con confianza a la Divina Misericordia que nos ofrece el Hijo de Dios y la siempre caminante a nuestro lado en esta Cuaresma, María, Madre de la Misericordia.