Queridos hermanos:
Este domingo la enseñanza del Señor es especialmente hermosa e importante: seguimos con la lectura del capítulo 6 del Evangelio según San Juan, el llamado “capítulo eucarístico del Cuarto Evangelio”, que muestra a través del propio Señor que “en la Eucaristía Él está verdaderamente presente, realmente cercano”. Pero demuestra también que esa cercanía suya es un “imperativo” una indicación clara de que “también nosotros debemos acercarnos a nuestros hermanos”.
Al comer en el banquete dominical su cuerpo y beber su sangre, vivimos un contacto de vida como Él lo quiere: Cristo actúa como “un buen médico que se acerca, toca y con su mano da vida al enfermo” pues a distancia no hay una sanación verdadera: ¡acudamos con fe siempre a este contacto que nos salva!.
En la primera lectura se habla precisamente de una invitación a un banquete: es la “Sabiduría de Dios” la que pasa llamando, invitando. En el Antiguo Testamento esa “sabiduría divina” se perfilaba ya como alguien y no como algo, era la indicación de la persona de Jesucristo que pasa y nos llama siempre a su banquete dominical: ¡no despreciemos ni nos hagamos sordos al llamado del Señor en su día, para darnos vida abundante en su banquete eucarístico!.
Con el tiempo pues, lo que se dice de Jesucristo se cumplirá en la Última Cena, pero se sigue cumpliendo en cada domingo, en cada “Santa Misa”, el Señor se interesa por nosotros y quiere en verdad alimentarnos, nutrirnos, enriquecernos con el Pan de la Vida.
Es por ellos que el salmo 33 de este domingo “también es una invitación fuerte, Vengan y prueben, gusten, lo bueno que es el Señor”. Ello nos recuerda tristemente a tantos cristianos que perdieron la Eucaristía desde el Protestantismo y Evangelismo, la falta de dicho pan de vida causa la división, el error, el empobrecimiento del don del cielo.
“Gustar” o sea probar se refiere a hacer la experiencia de Dios mediante la santa Comunión, ¡lamentemos también a tantos católicos que no comulgan y que tienen en ocasión años sin hacerlo, ayudemoslos a vivir mejor su vida cristiana tomando parte en el pan de la vida dominical!.
Es por ello que en el Evangelio Jesús “insiste en hay que comer su carne y beber su sangre”, es decir, invita a algo que parecía muy extraño a sus contemporáneos: no se podía “comer a una persona”. Pero lo que indica Jesús es precisamente que su presencia real debe aprovecharse “en el contacto que salva, en la comunión que une” a su persona divina; ¡busquemos al Señor que se acerca a nosotros al punto de darse a sí mismo como alimento de vida para demos vida a nuestros hermanos!.
Curiosamente, en el lenguaje griego de la biblia Jesús habla de “masticar” su carne, lo que bien causó rechazo entre los suyos, pero a nosotros nos indica esa realidad, es Él y no una idea suya, la que se da cuando lo comulgamos de todos corazón!.
Dejemos pues que el divino alimento que nos da el Divino Médico, llegue a nuestras vidas, si él se hace cercano “físicamente”, entremos en contacto con él para dirigirnos luego “santificados” en nuestra propia realidad corporal a evangelizar como “Iglesia en salida” a un mundo que ha perdido el sentido de la realidad corporal, dejando morir de hambre o provocando el aborto o empobreciendo el cuerpo con el vicio y pecado.
Acerquémonos al Señor en su banquete y tomemos la “fuerza de la misión” para llevarlo vivo y presente mediante el amor.