¡Construyamos, aún con esfuerzo, la paz verdadera!

Queridos hermanos:

También este domingo el Señor continúa invitándonos “a tomar decisiones adecuadas” para lo que sin duda nos dará con su Espíritu Santo el “don de sabiduría”.

De parte nuestra, sin embargo, depende ser fieles al Señor y no perderlo conservando formas de vida personales, familiares o comunitarias alejadas de la verdad, de la justicia, etc. es decir, de los “valores del Reino de Dios”, ¡elegir bien, a Dios en primer lugar, nos dará la paz verdadera!… una paz que el mundo anhela pero no comprende, pues pasa por la conversión, y muchas veces, su construcción también implica el rechazo del mundo!.

Así en la primera lectura la dura escena de la vida de Jeremías, quien arrojado a un pozo de fango, es el resultado de su predicación de la verdad, el rey y su corte decían “Shalom, shalom… todo está bien” (Jeremías 6, 14), es decir “paz, paz” olvidando que dicha paz era el resultado de abandonar su mala vida y regresar a los caminos del Señor, ¡no busquemos una falsa paz, producto del engaño, de la opresión a lo demás, de la victoria destructiva sobre otros, construyamos la paz en Cristo para ser llamados “hijos de Dios”! (Mt 5,9).

A Jeremías lo condena su rey y su pueblo lo olvida, pero un “hombre de buena conciencia” aunque era extranjero (Ebed-Mélek o “siervo del rey”) salva su vida, ¡oremos para que no falten hombres de buena conciencia, de cualquier condición social, cultural etc. pero abiertos a la Verdad que trae la paz!.

En la historia de la Fe –tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, pero también en la historia de dos mil años de la Fe Católica- ha habido testigos, verdaderos héroes de la fidelidad, la carta a los Hebreos nos invita a no olvidarlos, a “sentirnos rodeados de ellos”, ¡que nuestra generación esté a a altura del esfuerzo de nuestros padres, que sufrieron y murieron incluso por construir la paz verdadera!.

Pero es el Señor en el Evangelio quien, a pesar de ser “nuestra paz” (Ef 2, 14) aclara que esa paz “necesita del fuego del Espíritu”, fundamental para tomar las decisiones que nos darán la vida y la paz. No pretende el Señor ni la violencia ni la división de las familias, pero tampoco quiere engañarnos, ¡para hacer su voluntad sobre todas las cosas, sin estar “contra nadie” debemos sin embargo relativizar personas y cosas que no conducen sino apartan de los caminos de Dios!.

Es tan común, pero tan contradictorio para un cristiano “desear la paz, pero abandonar la justicia… anhelar la unidad pero dar lugar al conflicto, ¡pidamos al Señor que “encienda el fuego de su Espíritu que nos impulse a amarlo sobre todo y sobre todos para tener la “paz verdadera”.

Oremos este domingo por quienes son perseguidos por construir la paz verdadera como “relación buena con Dios, los hermanos y nosotros mismos. Y nos acompañe con su intercesión, Nuestra Señora de la Asunción, Reina de la Paz, de las familias y de los discípulos misioneros de Cristo, nuestra paz.

Firma Monseñor Víctor Hugo Palma