En el 2003 afirmaba aquel Peregrino de la Paz, tres veces visitante de Guatemala, San Juan Pablo II: “La Gracia no quita (suprime) la naturaleza, sino la perfecciona”. La frase, original de S. Tomás de Aquino (S. Theologica I,1) indica que la Evangelización y la vida cristiana no están “contra la naturaleza”, sino que, por el contrario, elevan su dignidad innegable.
En la Buena Noticia de mañana, Jesús, interrogado sobre el divorcio, afirma:
1) Que la pareja humana “natural” de hombre y mujer, unidos por el matrimonio, son un estatuto fundamental, llamado a la fidelidad, a la superación de los egoísmos en nombre de “mi derecho o el tuyo”, del exacerbado egocentrismo de los siglos XX y XXI. Están llamados a vivir la vocación de la entrega complementaria que tiene fundamento en la realidad biológica de los sexos (no “géneros antojadizos”).
Claro, como lenguaje, lo de “pareja” se diluye hoy en todos los experimentos de la dictadura exacerbada de las “preferencias sexuales” que hacen “pareja de lo disparejo” —hombres/hombres, mujeres/mujeres— al punto de que dicho imaginario, destructivo de la naturaleza real y concreta inscrita en los cromosomas, se impone a través de mecanismos político/legales, capaces de corromper a los legisladores que, “buscando lo políticamente correcto”, traicionan a la población en su esencia natural y en su fundamento sociológico básico, el matrimonio hombre/mujer eje de la familia.
En esa misma clave, toda la legión de lobbies LGTB+ y su influencia cultural/político/legislativa refuerzan lo “antinatural”; como dice Papa Francisco, “con aspectos demoníacos de colonización”, pues allí se destruye la naturaleza científicamente comprobada, al servicio de la ideología (lo contrario a la ciencia, la filosofía, la realidad misma).
El Papa emérito Benedicto XVI en estos días de alarma por la crisis climática llama a pensar que “no se puede preocuparse por resguardar la naturaleza de flora y fauna, del medio climático, y descuidar y atentar contra otra parte de esa naturaleza, la persona humana que está definida por su realidad sexual como hombre y mujer, etc.” (La Verdadera Europa 09.2021).
El “malogrado” (en sentido de “logrado para mal”) matrimonio “legal” de personas del mismo sexo procede de la aprobación de la píldora anticonceptiva; sexo sin procreación, que ha terminado por producir sexo sin naturaleza. Lamentable, hay presión de la ONU y del Parlamento Europeo obligando a “proteger la naturaleza de los bosques” y atentar contra la “naturaleza del cuerpo humano” (sic.);
2) Que la pareja humana sea “una sola cosa” se refiere, según G. Von Rad (1901-1971), al “hijo”, pues allí el ADN de los padres, su herencia cromosómica, ya son inseparables, son “una sola cosa”. Las propuestas abortistas, contratadoras de “sicarios políticos o médicos”, eluden el dato científico, lo apenas concebido ya es una persona, pues la naturaleza no da “saltos milagrosos” como para que de “esa nada” salgan legisladores y profesionales (¡!).
Queda en el Año de la Familia 2021 retomar el cuidado de todo el arco de la vida: la concepción, la vida sin destinos de desnutrición, violencia, o coacción migratoria, hasta la muerte natural (Papa Francisco, Encíclica Laudato si’), tanto en la pandemia como siempre, pues sin matrimonios y familias con acceso a educación integral, a sanidad efectiva, a economía suficiente, a la del covid-19 se agregarán otras pandemias, también las ideológicas, propias de un mundo que “dejó de ser expresión de lo natural, en paradójica defensa de la Naturaleza”.
Que recordando el Día del Niño y su urgente protección, la Virgen del Rosario interceda para que “toda la persona” en su naturaleza sea elevada por la Gracia recibida por el Evangelio de la vida, la justicia y la paz.