El inicio del siglo XXI está lleno de paradojas: por un lado, ferviente celebración de la Navidad (del latín “Nativitas”, o nacimiento) del Hijo de Dios y, por otro, los reclamos de un falso derecho al aborto —eufemísticamente llamado “interrupción del embarazo”— se confrontan en las conciencias con todo y el sufrimiento de la pandemia.
Mucho estarán invirtiendo en favorecer el abortismo tantos grupos, no solo de pensamiento “de la izquierda clásica”, sino otros expresión de un materialismo extremo: fundaciones como Open Society (Grupo Soros), Fondo de Población de la ONU, etc. A la base está del drama no solo del humanismo ateo, sino la persistente negación de la realidad científica: más allá de los argumentos de “separación Iglesia-Estado” se ignora con alevosía la verdadera genética que demuestra que, una vez ocurrida la fecundación del óvulo femenino, ya existe algo que no es un “fenómeno” como afirma cierto ministro de salud sudamericano, sino una persona íntegra que se va desarrollando.
Así es: la naturaleza —según los científicos todos, los confesionales y los no que no creen— “no da saltos, no es lugar de milagros”: ¿cómo es posible que de un “fenómeno” vivo resulte un profesional, un político, un deportista, un predicador, etc. es decir una “persona con derechos y obligaciones”? Es más, las “causales legales” de reclamo de un derecho a matar al no nacido, caen una por una si se toma en cuenta que:
- Ante el embarazo de niñas, el remedio es la verdadera protección/educación en los valores de familia, de sociedad;
- Ante el drama de una carrera académica, etc., “arruinada por el embarazo” se pierde de vista y se afecta la responsabilidad de la persona respecto de sus actos, de la familia en la transmisión de valores, de muchas formas de apoyo a los “embarazos no deseados”. De la vida del cantautor argentino Facundo Cabral (1,937-2,011) muerto trágicamente en Guatemala, queda la anécdota que su madre era muy pobre mientras lo esperaba y todos le decían: “¿Otro hijo? ¡Abortá!”, pero ella no lo hizo. Cada persona que se libra de la muerte violenta del aborto posee un valor incomparable, no reducible a conveniencias, sino ocasión del apoyo de la comunidad;
- Ante el peligro de la vida de la madre en el caso de la expectación o del parto, se ha demostrado que la lucha “para salvar las dos vidas” tiene más resultados exitosos que negativos, allí donde se invierte en salud materno infantil, y se censura el aborto clandestino, sin sustituirlo por el mito del “aborto terapéutico”. María Dolores dos Santos, con su cuarto hijo en espera, quiso abortar sometida a presiones sociales, pero un médico —de los que juraron bien a Hipócrates— le hizo ver que no había ninguna válida razón para hacerlo: y así nació Cristiano Ronaldo, que cambió la historia del futbol mundial (P. Sosa, en diario La Razón 18.07.2014). Tantas veces faltan la reflexión, el apoyo y la oportunidad, donde sobran temores y amenazas, para salvar una vida.
Este tercer domingo de Adviento llamado de la “alegría cristiana” —no la de cosas, sino de relaciones personales— es precedido hoy por la Fiesta de Guadalupe: la imagen de la virgen latinoamericana morena que lleva en su seno la cinta oscura, símbolo indígena de aquel entonces de la mujer que espera un hijo. Una alerta prenavideña, una llamada al uso de la razón y del respeto a la vida del no nacido, una evocación de la verdadera alegría que consiste el acoger —aún con limitaciones, dudas, temores y vientos contrarios— el don de una nueva persona, como todos los fuimos en aquel momento, penosamente olvidado.