Mensaje de la Conferencia Episcopal de Guatemala
Anunciar y poner en acto el sueño de Dios
(Papa Francisco, Panamá 27 de Enero 2019)
Al concluir nuestra asamblea plenaria anual, los Obispos de Guatemala queremos agradecer a Dios por todas las bendiciones recibidas el año recién pasado y, de una manera muy especial, por nuestro encuentro en enero con el Papa Francisco en el istmo centroamericano. Su presencia entre nosotros y sus mensajes nos han animado y fortalecido en nuestra misión y nos impulsan a asumir los retos que como pastores de la Iglesia él mismo nos ha mostrado.
1. Queremos comenzar este comunicado dando cuenta de nuestras alegrías y de aquello que las motiva. Nuestra misión sólo adquiere sentido desde nuestra fe cristiana, fe que centramos en el encuentro con Jesucristo vivo y en el anuncio de su palabra, de su mensaje y de su vida. En la sinagoga de Nazaret (Lc 4, 16-20), Jesús comienza su misión pública mostrando veladamente su identidad y proclamando, desde el texto profético de Isaías, que las promesas de Dios en El adquieren su plenitud. Esas promesas nos remiten a la fe que se explicita en la buena noticia que se anuncia a los pobres, cautivos, ciegos y oprimidos.
2. La experiencia del V Congreso Misionero Guatemalteco (COMGUA) en Noviembre de 2018 nos impulsa a continuar en el empeño evangelizador y misionero promoviendo parroquias que sean redes de comunidades al servicio del Reino. La participación de tantos católicos comprometidos en la acción eclesial nos ha llenado de alegría y agradecimiento y les animamos a seguir adelante en los compromisos asumidos en Huehuetenango. Día a día vemos de mil maneras en nuestro pueblo la mano de Dios que protege, consuela y guía, que da alegría en las familias y en las comunidades, en jóvenes y niños y que permite enfrentar miles de dificultades de un modo que humanamente es casi imposible de entender. Con Jesús el ahora de Dios se hace presente, dijo el Papa Francisco en Panamá y ello lo constatamos en tantas experiencias entre la gente sencilla y fiel de nuestras comunidades: Jesús está vivo entre nosotros.
3. Resaltamos la hermosa experiencia de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), recién celebrada en enero 2019 en Panamá. Por primera vez ha sido realizada en el istmo centroamericano con la presencia de miles de jóvenes de nuestra región. La llegada del papa Francisco y de tantos jóvenes de todo el mundo nos mostró el presente de la juventud en los planes de Dios y nos animó como obispos a alegrarnos en el Señor y a compartir alegrías y esperanzas de tantos jóvenes. La JMJ ha sido una oportunidad para salir al encuentro de la realidad de los jóvenes, que son mayoría en nuestro país. Sus vidas están llenas de esperanzas y deseos, de sueños e ilusiones por vivir una vida en plenitud, en el cuerpo y en el espíritu, y sobre todo por encontrar el verdadero sentido de la vida en Jesucristo el Señor. Pero también están marcadas por tantas heridas causadas por la pobreza material y por la falta de oportunidades. En expresiones del Papa Francisco: “…en hogares resquebrajados tantas veces por un sistema económico que no tiene como prioridad las personas y el bien común y que hizo de la especulación su paraíso desde donde seguir engordando sin importar a costa de quién” (Papa Francisco, discurso a los Obispos de CA, 24 de enero 2019). Nuestro corazón de pastores sufre cuando vemos a tantos jóvenes, hombres y mujeres, sin hogar, sin familia, sin comunidad, expuestos a las seducciones falsas de los mercaderes que les venden espejismos de felicidad en la experiencia de placeres desordenados y expuestos a la información en los medios de comunicación que a veces engañan y manipulan.
4. Las alegrías dan sentido a nuestra vida pero no ocultan las tristezas causadas por tantos procesos de deshumanización que se dan entre nosotros, así lo demuestran las altas cuotas de violencia en nuestra sociedad, en la falta de oportunidades que obliga a la migración y que en algunos lugares va dándose casi como estampida, por la miseria que atenaza a los más pobres. Se expresan también en tantas familias rotas, en la erosión de valores, en las manipulaciones del nombre de Dios que tanto encontramos entre nosotros. Las tristezas y sus causas generan agresividad y frustración, polarización y desconfianza. Nos oscurecen el horizonte y nos provocan miedos profundos. Son situaciones de pecado que claman al cielo y que nos hacen sufrir como sociedad. La migración forzada hacia el norte afecta en especial a los jóvenes que enfrentan cientos de dificultades en su camino, expuestos a las redes de traficantes de personas, vulnerables a las mafias de los narcotraficantes. Lo dejan todo al salir de su patria con la esperanza de encontrar un futuro mejor que desgraciadamente su propio país no les ha podido ofrecer; sin embargo la migración ha sido también ocasión para que muchas comunidades se hayan mostrado generosas y acogedoras con las caravanas de migrantes hondureños y salvadoreños.
5. Esas tristezas que se nos imponen nos llevan a los creyentes a pedir consuelo y fortaleza a Dios, pero nos piden también el empeño misionero de anunciar a Jesucristo y de llevar adelante, como fermento en la masa, la voluntad de ayudar a humanizar nuestro atormentado país y de contribuir desde nuestras pobres fuerzas a que desde el evangelio demos nuestro aporte a los procesos que buscan dar dignidad, sentido de justicia y respeto a todos, comenzando por los más excluidos. Solo una ciudadanía éticamente responsable garantiza el desarrollo de una sociedad incluyente.
6. Dios se nos manifiesta como la fuente de nuestra esperanza, que se nos hace realidad en Jesús de Nazaret, el Dios con nosotros. Esa esperanza nos salva, como afirmaba el Papa Benedicto (Cf Spe Salvi 1) y nos compromete, ilumina el final de nuestras vidas y se encarna en nuestro diario caminar. Es una esperanza que descubrimos en tantas familias y personas que trabajan, luchan y quieren una Guatemala mejor y sueñan para sus hijos un mejor horizonte; son familias y personas que se sobreponen a tantos motivos para la desesperanza que encontramos en nuestra sociedad, en sus estructuras y sistemas y también en algunos rasgos culturales que nos impiden avanzar.
7. Como obispos de la Iglesia católica en Guatemala queremos reafirmar nuestro compromiso en la sociedad, junto con tantos, católicos o no, cristianos o no, en la búsqueda y lucha por una Guatemala justa, incluyente y respetuosa de la diversidad cultural y religiosa. Nuestra fe nos anima y nos mueve también como ciudadanos a expresar con firmeza nuestro compromiso por una sociedad democrática, por el respeto irrestricto al estado de derecho y por la búsqueda constante del bien común como principio fundamental de nuestra Constitución Política. Reafirmamos nuestro compromiso de animar a todos aquellos que anhelan una Guatemala justa en la que se fortalezca la democracia.
8. Esperamos que el próximo proceso electoral se desenvuelva de acuerdo al estado de derecho. Sobre esa base, invitamos a todos los guatemaltecos a informarse adecuadamente, a pensar de manera crítica para no ser manipulados y a adoptar criterios para discernir las propias opciones por encima de la propaganda y las informaciones de redes sociales y otros medios. Pongamos el mejor empeño en asegurar que el próximo proceso electoral sea oportunidad para encontrar soluciones y no se vea empañado o abortado por la crisis política y por intereses contrarios al bien común, por la corrupción o el financiamiento ilícito.
Llamamos al pueblo a no perder la oportunidad de elegir a sus autoridades en conciencia y libertad. En las próximas elecciones escogeremos a quienes gobernarán nuestro país en los próximos cuatro años. Antes aún se elegirán a los magistrados del Organismo judicial. Esperamos que en todo este proceso se superen los vicios de la clase política del pasado. Confiamos en que el proceso electoral pueda transcurrir con paz, con verdad y transparencia y con el deseo de contribuir a una Guatemala mejor, a pesar de las limitaciones de quienes utilizan nuestro sistema político. No queremos dictaduras.
9. Pedimos a la doncella de Nazaret, la Virgen María, Madre de los Jóvenes, que supo fiarse de Dios y darle un sí definitivo, que interceda por nosotros ante su Hijo para que derrame bendiciones sobre Guatemala en este año crucial.
Guatemala, 8 de febrero de 2019
+ Monseñor Gonzalo de Villa, S.J.
Obispo de Sololá-Chimaltenango
Presidente Conferencia Episcopal de Guatemala
+ Monseñor Domingo Buezo
Obispo Vicario de Izabal
Secretario Conferencia Episcopal de Guatemala