Queridos hermanos y hermanas:
A partir de este tercer domingo de Cuaresma la Palabra de Dios nos ofrece las maravillosas invitaciones del Señor a la conversión. Son los temas del antiguo “catecumenado”: el camino que los cristianos hacían para poder recibir el Bautismo en la noche pascual.
Concretamente hoy se nos invita a “dejar el agua contaminada, el agua envenenada del pecado” para acercarnos a Cristo y saciar en Él nuestra sed profunda de felicidad, vida y luz auténticas.
Ya la primera lectura del Antiguo Testamento nos presenta a un pueblo que, si bien ha sido liberado de Egipto, no encuentra la vida en el desierto y por lo tanto “murmura”. Dicha murmuración en la Biblia es signo de la “falta de Fe” y disposición a seguir el camino hacia la Tierra Prometida: ¡pidamos el aumento de Fe, nosotros que como caminantes en Cuaresma muchas veces nos cansamos de luchar contra nuestros pecados y queremos “volver al Egipto de nuestra muerte espiritual!.
Moisés “golpea la roca” y sale agua: esos golpes son figura de la Pasión de Aquel que recibió golpes y sufrimiento pero que es la “fuente del agua viva”: ¡oremos todos los viernes el Santo Viacrucis y acerquémonos a los que hoy son golpeados en el cuerpo o en el espíritu!.
En la excelente página del Evangelio según San Juan encontramos toda una catequesis:
1) Como la mujer samaritana, tantas veces volvemos al pozo que no nos sacia: nuestros vicios, nuestras mentiras, nuestra vanidad: ¡reconozcamos que nos hemos habituado a “tomar agua sucia que nos enferma y hemos dejado a Dios, fuente de la vida verdadera” decía el autor Orígenes hace muchos siglos;
2) Cristo comienza pidiendo un poco de agua y termina dando el don del Espíritu a aquella mujer. Como a ella nos dice: “Si supieras quien te pide de beber, le pedirías y él te daría “agua viva”. Aquel pozo de agua estancada es figura de nuestra existencia envenenada por nuestros pecados y malos caminos: la mujer que había tenido cinco maridos –figura de muchos caminos engañosos y de desilusión- dejó su cántaro junto al pozo y fue a la ciudad a decir que había encontrado al Mesías: ¡dejemos nosotros aquello que no nos da la felicidad verdadera y convirtámonos en testigos de “esa fuente de Agua verdadera que es Cristo!
Hermanos y hermanas, que las duras situaciones de una “cultura de muerte” en Guatemala (pensemos en el drama de aquellas jovencitas muertas en un incendio y víctimas de explotación, o en el clima delincuencial y de vicio de Escuintla) nos animen a ser sinceros: hasta ahora hemos ido de pozo en pozo y de falsa felicidad en falsa dicha.
Que la Santa Confesión nos anime a “dejar el cántaro de nuestros caminos equivocados, de nuestras muchas veces de pecar y deber lamentarnos, y caminar hacia Cristo, haciendo nuestra con sinceridad la expresión del Salmo: “Mi alma tiene sed de ti, Señor, no me escondas tu rostro” (Salmo 63).