Los sacerdotes y diáconos de la Diócesis de Escuintla, del 5 al 9 de febrero, previo a la Cuaresma, han participado, como todos los años, de la Formación permanente del Clero, aprendiendo y reforzando sus conocimientos litúrgicos, para de esta forma, servir mejor a sus parroquias y al Pueblo de Dios en su Santa Palabra, que les ha sido sido encomendado.
Esta formación ha sido dirigida por el Padre Antonio Rivero, quien ha venido desde Zenit (en español), para disertar sobre «Las cualidades del predicador» y «Los diversos tipos de predicación», a los más de veinte integrantes, entre obispo, sacerdotes y diáconos, que forman el clero de Escuintla. Se encuentran congregados en la casa de retiros de las Hermanas de la Caridad, en la zona 12 de Ciudad de Guatemala.
Simultáneamente se realiza un Coloquio de Derecho Canónico, organizado por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, en el cual han participado el Padre Martín Sirín y el Padre Edgar del Cid.
Fotografías:
1- Padre Antonio Rivero disertando sobre homilética.
2- Padre Antonio Rivero al inicio de la formación.
3- Sacerdotes de la Diócesis de Escuintla en el taller de mejoramiento de la predicación.
4- Monseñor Víctor Hugo Palma, Padre Antonio Rivero y algunos de los sacerdotes participantes en la formación.
A continuación, una síntesis de los temas tratados por el Padre Rivero:
El Papa Francisco en la catequesis del miércoles 7 de febrero 2018 en Roma, sobre la Santa Misa, habló de la homilía que pronuncia el sacerdote.
Estas palabras del Papa son providenciales para el curso que estoy ofreciendo a los sacerdotes de la Diócesis de Escuintla (Guatemala) durante estos días sobre «Cómo mejorar la predicación sagrada». Una vez más me confirma lo que vengo enseñando como profesor de Oratoria hace más de 20 años. ¡Bendito sea Dios!
Para que su mensaje llegue, Cristo también se sirve de la palabra del sacerdote que, después del Evangelio, pronuncia la homilía. Vivamente recomendada por el Concilio Vaticano II como parte de la misma liturgia, la homilía no es un discurso de circunstancias, -ni tampoco una catequesis como la que estoy haciendo ahora- ni una conferencia, ni tampoco una lección: la homilía es otra cosa.
¿Qué es la homilía? Es “un retomar ese diálogo que ya está entablado entre el Señor y su pueblo”, para que encuentre su cumplimiento en la vida. ¡La auténtica exégesis del Evangelio es nuestra vida santa!. La Palabra del Señor termina su carrera haciéndose carne en nosotros, traduciéndose en obras, como sucedió en María y en los santos. Acuérdense de lo que dije la última vez, la Palabra del Señor entra por los oídos, llega al corazón y va a las manos, a las buenas obras.
Y también la homilía sigue a la Palabra del Señor y hace este recorrido para ayudarnos a que la Palabra del Señor llegue a las manos pasando por el corazón. Ya traté el tema de la homilía en la Exhortación Evangelii Gaudium, donde recordé que el contexto litúrgico “exige que la predicación oriente a la asamblea y también al predicador, a una comunión con Cristo en la Eucaristía que transforme la vida”.
El que pronuncia la homilía deben cumplir bien su ministerio –el que predica, el sacerdote, el diácono o el obispo- ofreciendo un verdadero servicio a todos los que participan en la Misa, pero también quienes lo escuchan deben hacer su parte. En primer lugar, prestando la debida atención, es decir, asumiendo la justa disposición interior, sin pretensiones subjetivas, sabiendo que cada predicador tiene sus méritos y sus límites.
Si a veces hay motivos para aburrirse por la homilía larga, no centrada o incomprensible, otras veces es el prejuicio el que constituye un obstáculo. Y el que pronuncia la homilía debe ser consciente de que no está diciendo algo suyo, está predicando, dando voz a Jesús, está predicando la Palabra de Jesús. Y la homilía tiene que estar bien preparada, tiene que ser breve, ¡breve!.
Me decía un sacerdote que una vez había ido a otra ciudad donde vivían sus padres y su papá le había dicho: “¿sábes? estoy contento porque mis amigos y yo hemos encontrado una iglesia donde se dice Misa sin homilía”. Y cuántas veces vemos que durante la homilía algunos se duermen, otros charlan o salen a fumarse un cigarrillo. Por eso, por favor, que la homilía sea breve, pero esté bien preparada.
Y ¿cómo se prepara una homilía, queridos sacerdotes, diáconos, obispos?, ¿cómo se prepara?, con la oración, con el estudio de la Palabra de Dios y haciendo una síntesis clara y breve; no tiene que durar más de diez minutos, por favor.
Clero de la Diócesis de Escuintla, formándose sobre «Cómo mejorar la predicación sagrada».
Sobre el Padre Antonio Rivero:
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