Queridos hermanos, con cuánta alegría nosotros estamos preparándonos a la consagración de la imagen de la patrona de Escuintla, la Inmaculada Concepción.
Desde hace muchos siglos por los padres franciscanos, dominicos y tantos misioneros, esta imagen es venerada.
María no es Dios, no es el Dios del templo, pero fue en su seno, el templo de Dios, como lo podemos ser tú y yo. Esta consagración de la imagen, es como quien dice, un ánimo para venerar más a María, para pedirle su protección, en el segundo departamento o tercero más violento del país.
Pero para imitar a María, imitarla en la escucha de la palabra de Dios, imitarla en su mantenernos en esa pureza espiritual, porque está escrito: «dichosos los limpios de corazón porque ellos verán a Dios» (cf Mt 5, 8). Que la consagración de la patrona nos ayude mucho, para que como católicos, recordemos lo que es María en la iglesia.
Lastimosamente, los hermanos separados han tirado a María de la iglesia, de su templo cuando Lutero, el fundador, amaba a María se enojaba si decían cosas de ella. El mundo cambia y no siempre para bien.
Que esta consagración la vivamos todos y nos comprometamos en este año de la repesca, que continuamos a través de los cenáculos, con la protección de ella.
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
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