Queridos hermanos:
Celebramos hoy la gran solemnidad de Pentecostés, que hemos celebrado con una “vigilia” como hacemos en Navidad y en Pascua de Resurrección. Es decir, es tan grande la importancia de la “venida del Espíritu Santo” a los cincuenta días de Pascua que oramos, e incluso suplicamos al Señor que envíe a Aquel que nos hace vivir la vida nueva en Jesucristo: ¡celebremos con gozo y espíritu misionero esta gran fiesta de la familia de la Iglesia!.
En efecto, como narra la primera lectura, la comunidad de discípulos si bien conocían al Señor, sabían sus mandamientos, era un grupo “temeroso de dar a conocer la Buena Nueva de su Resurrección”. Pero luego de que el Espíritu descendió en forma de lenguas de fuego, acompañado de un viento fuerte, aquellos hombres ya no eran los mismos: ¡la Iglesia nace cuando el Espíritu la anima, la lleva a pasar del miedo al testimonio ante el mundo!.
Es por ello que se dice que Pentecostés es el “cumpleaños de la Iglesia, el día de su nacimiento”.
Como bien lo dice el Salmo 103, el Espíritu del Señor “renueva” la tierra entera, ¡aquello que es letra muerta, sequedad espiritual, desolación y tristeza, se convierte en una nueva creación, llena de alegría y de paz!.
Hoy lamentablemente se abusa del Pentecostés en el llamado “pentecostalismo”; hay predicadores que se “adueñan del Espíritu” y dicen que “lo pueden dar” mediante imposiciones de manos, al estilo de toques eléctricos y manifestaciones teatrales, ¡denunciemos la deformación del Espíritu Santo como si fuera electromagnético y posesión de negociantes de la fe como sentimiento y falsos milagros!.
Es por ello que como bien lo indica el Catecismo de la Iglesia y como lo decimos en el Credo y así lo decía San Juan Pablo II, el Espíritu Santo no es una “fuerza extraña” sino la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, no “algo sino alguien” que se puede “dominar y poseer, sino dejar que guíe nuestra vida por la vida de la Verdad que lleva a la Vida”.
Así lo describe Jesús en el Evangelio, lo llama otro “abogado defensor” –no una fuerza mágica- pues ante el mundo que desconoce a Dios, que lo niega, los discìpulos hemos de “dar testimonio claro” de una verdad que no es nuestra sino de Dios, quien nos envía al mundo a testimoniarla.
¿Queremos saber si el Espíritu Santo vive y actúa en nosotros?: examinemos el cumplimiento de la única cosa que el Señor “manda” a su Iglesia: el precepto del amor y la “lucha espiritual” para desechar de nosotros el pecado y la mentira y vivir la “vida nueva en el Resucitado”.
Oremos para conocer mejor a Cristo ayudados por el “maestro espiritual”, el Espíritu Santo.
Mañana recordaremos a Santa María Madre de la Iglesia, fiesta establecida por el Papa Francisco; que Ella nos enseñe a abrirnos al Espíritu tomándolo en cuenta cuando debamos decidir cosas importantes en nuestra vida, amar y seguir a Cristo, o amoldarnos al estilo del mundo que vive “como si Dios no existiera”.
Santa María Madre de la Iglesia, presente en el Cenáculo de Pentecostés, ora por nosotros y nuestras Familias. Amén.