Queridos Hermanos:
No solo como cristianos, sino como seres humanos estamos cada día obligados a “tomar decisiones” pequeñas o grandes, pero que van afectando nuestra vida a veces para siempre y no siempre para bien.
Como discípulos del Señor Jesús, sabemos que tenemos el gran regalo del Espíritu Santo, quien nos “instruye, enseña, y orienta” en las decisiones que tomamos: ¡ojalá sigamos siempre al Espíritu llamado con tanta razón “maestro interior” y no nos dejemos llevar por los ídolos de este mundo!.
El libro de la Sabiduría nos hace oír al joven Salomón, el que “escogió bien” esa misma sabiduría antes que riquezas, placeres, etc. Sabemos que al final lamentablemente “Salomón se equivocó” y dejó al Señor por seguir los consejos de sus malas amistades, etc.
Es por ello que la Palabra de Dios es “espada de dos filos” pues “anuncia y denuncia”, señala el camino bueno y nos advierte del camino malo el cual lamentablemente nos parece en ocasiones el que todos siguen, el más cómodo, el conveniente para nuestras ganancias materiales; ¡escuchemos siempre la Palabra en actitud de buenos alumnos, deseosos de aprender de Ella -que es Jesucristo mismo- y no solo para confirmar nuestros deseos de “prosperidad, bendición y enriquecimiento”! como lamentablemente sucede en aquellos que usan la Biblia para justificar sus propias conveniencias y hasta los errores de las autoridades comunitarias.
Un caso especial de “encuentro con la Palabra” no escrita sino en persona, con el mismo Jesús, lo narra el Evangelio de hoy:
- Un joven, como sucede con esta etapa de la vida, tiene ideales de “ser mejor, de progresar en el bien” y se acerca al Señor;
- Jesús le indica el camino que todos tenemos a mano, la “ley de Dios, su voluntad, revelada en la Palabra, en los mandamientos”;
- Y ocurre la tragedia: si bien aquel joven “era bueno” pudo “ser mejor y dar el gran paso de seguir al Señor” renunciando a lo que quizás él mismo no sabía que tenía tan apegado al corazón, sus riquezas. Finalmente “se va y pierde lo más por lo menos, deja a Jesús y se queda peor aún, entristecido”.
La enseñanza pues, no es sobre la “maldad de las riquezas, sino sobre la idolatría que les rendimos, sobre el poder -sobre todo en estos tiempos- que tiene lo que se cuenta, lo que proporciona bienes inmediatos -a veces por medios corruptos- y que al final no satisface el espíritu humano, ni le quita “la tristeza de vivir sin Dios”.
Pidamos en estos días del Sínodo de los Jóvenes en Roma, por las generaciones nuevas que “deben tomar decisiones de vida” como Salomón, prefiriendo la sabiduría que viene de Dios a la “astucia de acumular riquezas” entregándoles mente, vida y corazón.
Que Nuestra Patrona Señora del Rosario llamada “Trono de la Sabiduría” en sus letanías, interceda ante el Señor por una juventud llevada hoy más que nunca por “otros que deciden por ellos” el valor de cuerpo, de la vida, de las relaciones humanas.
Oh María, Madre de la Palabra que “tiene dos filos para iluminar fondo el corazón” intercede por el Papa Francisco y por nuestros jóvenes, que tengan la Sabiduría para guiar a la Iglesia y vivir la vida con Cristo como la riqueza más grande que nunca nos será quitada. Amén.