Queridos hermanos:
Hoy la Palabra de Dios nos indica claramente la “identidad-misión” que tenemos todos los bautizados como “Iglesia de Cristo en el mundo”.
Cristo, el Maestro de la Comunidad, nos enseñará éste y los domingos anteriores quiénes somos y cuál es nuestra misión: ¡escuchemos y llevemos a la práctica la enseñanza del Señor para cumplir su voluntad, nuestra misión en el mundo!.
Esa misión ya la insinúa el profeta Isaías en la primera lectura: cuando llevemos al mundo la misericordia, la justicia, la paz, entonces se “encenderá la propia luz en cada uno y seremos sanados de nuestras heridas: ¡practiquemos la misericordia para tener y llevar la luz de Cristo al mundo!.
El mismo salmo 112 afirma que “el justo brilla como una luz”, es decir, nuestra conducta es lo que ilumina –o tal vez no- a la comunidad, a la sociedad a la familia.
Recordemos que “justo” o “zadik” en hebreo, es aquel que “es santo porque camina en los caminos santos del Señor”, ¡no reduzcamos nuestra Fe a una alabanza pasajera, a una ofrenda ajena al trato justo hacia el hermano, a un momento que nos tranquilice pero no nos comprometa con el Reino de Dios!.
Tenemos pues una “misión activa, de transformación del mundo” como dice Papa Francisco: “La Iglesia no vive para sí misma, sino sirve al mundo en la construcciòn del bien”. Tal es el sentido de las dos figuras que usa Cristo para describir nuestro ser y misión:
1) La luz, que ilumina, que no puede ocultarse, pues tiene la vocación de ayudar a vencer las tinieblas del mundo: mentira, odio, vanidad, falta de solidaridad;
2) La sal, utilizada no solo para dar sabor, sino para evitar la corrupción, describe el papel del cristiano en ambiente de los más variados tipos de corrupción, por lo que el Señor advierte que “no se puede perder el sabor de la sal”, es decir, que no hay caso peor que el de una Iglesia no hace nada para llevar el mundo la vida nueva en Cristo, una Iglesia “espectadora” y no protagonista en la construcción del bien, la verdad, la justicia, la paz.
Que el Señor mediante su Espíritu Santo nos conceda la “coherencia” con lo que somos, luz y sal, viviendo nuestra misión con alegrìa, humildad y certeza de que Señor està con nosotros.