Mensaje de Monseñor Víctor Hugo Palma, Obispo de la Diócesis de Escuintla
Queridos hermanos y hermanas en el Señor:
En la fiesta del Corpus Christi la Iglesia revive el misterio del Jueves Santo a la luz de la Resurrección. También el Jueves Santo se realiza una procesión eucarística, con la que la Iglesia repite el éxodo de Jesús del Cenáculo al monte de los Olivos. En la fiesta del Corpus Christi reanudamos esta procesión, pero con la alegría dela Resurrección. El Señor ha resucitado y va delante de nosotros.
En los relatos de la Resurrección hay un rargo común y esencial; los ángeles dicen: El Señor “irá de ustedes a Galilea; allí lo verán” (Mt 28,7). Reflexionando en esto con atención, podemos decir que el hecho de que Jesús “vaya delante” implica una doble dirección. La primera es, como hemos escuchado, Galilea. En Israel, Galilea era considerada la puerta hacia el mundo de los paganos. Y en realidad, precisamente en Galilea, en el monte, los discípulos ven a Jesús, el Señor, que les dice: “Vayan… y hagan discípulos a todas las gentes” (Mt 28, 19).
La otra dirección del “ir delante” del Resucitado aparece en el Evangelio de San Juan, en las palabras de Jesús a Magdalena: “No me toques, que todavía no he subido al Padre” (Jn 20, 17). Jesús va delante de nosotros hacia el Padre, sube a la altura de Dios y nos invita a seguirlo. La verdadera meta de nuestro camino es la comunión con Dios. Pero sólo podemos subir a esta morada yendo “a Galilea”, yendo por los caminos del mundo con auténtico espíritu misionero.
La procesión del Jueves Santo acompaña a Jesús en su soledad, hacia el “vía crucis”. En cambio, la procesión del Corpus Christi responde de modo simbólico al mandato del Resucitado: voy delante de ustedes a Galilea. Vayan hasta los confines del mundo, lleven el Evangelio al mundo. Podríamos decir con otras palabras, es una procesión con profundo significado misionero para la vida de la Iglesia, es un gesto litúrgico que nos recuerda que que la presencia de Nuestro Señor debe llegar a todos en todos los rincones de la tierra. No podemos olvidar a nuestros hermanos que fueron Católicos y han perdido el alimento de la Eucaristía, es urgente que hagamos algo por ellos, la vida sin Jesús Eucaristía es una vida con hambre, ellos tienen el pan de la Palabra, pero no tienen a Jesús Eucaristía.
Ciertamente, la Eucaristía es un misterio de intimidad. El Señor instituyó el sacramento en el Cenáculo, rodeado por los doce Apóstoles, prefiguración y anticipación de la Iglesia de todos los tiempos. al comulgar recibimos la fuerza del sacramento el Señor está siempre en camino hacia el mundo. Llevamos a Cristo, presente en la figura del pan, por las calles de nuestros pueblos y ciudades. Encomendamos estas calles, estas casas, nuestra vida diaria, a su bondad.
Que nuestra vida de cada día esté impregnada de su presencia. con este gesto, ponemos ante sus ojos los sufrimientos de los enfermos, la soledad de los jóvenes y los ancianos, las tentaciones, los miedos, toda nuestra vida. La procesión quiere ser un recordatorio que cada vez que comulgamos, nosotros somos esa custodia que lleva a Jesús por las calles, su presencia es una gran bendición pública para nuestra ciudad: Cristo es, en persona, la bendición divina para el mundo.
Que su bendición descienda sobre todos nosotros.