Mensaje de Monseñor Víctor Hugo Palma, Obispo de la Diócesis de Escuintla
Queridos hermanos y hermanas en el Señor:
También en este cuarto domingo del Tiempo Ordinario, la Palabra de Dios nos invita a poner nuestros ojos en Jesús de Nazareth, el Mesías enviado por el Padre para nuestra salvación. Es de nuevo el tema de la vocación, y en este domingo, del “enviado por excelencia” que es Cristo. Cuando hablamos de “vocaciones” hoy como nunca debemos estar atentos: ¡abundan las falsificaciones vocacionales!.
Efectivamente, por el llamado “subjetivismo” de nuestro siglo, del que ya nos advertía San Juan Pablo II, por una parte “calificamos de malo o de bueno” lo que nos parece, y no aquello que es bueno o malo en sí mismo. En cuanto a “ser llamado”, también hoy prevalece un “sentirse llamado” para acciones de supuesta evangelización, curación, etc, que en el fondo pueden venir del Maligno, como San Pablo lo advierte a los cristianos: “Satanás se disfraza de ángel de luz” (2 Corintios 11, 14). Creo importante prevenir en este sentido y recordar que es la Iglesia Madre y Maestra quien está llamada discernir “toda vocación, todo carisma”.
Por ello la Página Sagrada propone hoy una respuesta a quien se interrogue sobre el origen o motivo de las diversas vocaciones en la Iglesia. Ellas son un don de Dios (1ª. lectura) como Él lo dice a Moisés: “Serán como tú, no faltarán” y puesto que cada uno tiene una vocación en la comunidad, se trata de reconocer y reconocerse servidores del Señor.
Los auténticos llamados y los genuinos pastores no pueden contradecir con su vida lo que enseñan y menos dividir la Iglesia en grupos pues “toda división viene del Maligno” o menos todavía, estar en oposición a la Iglesia representada en sus genuinos pastores y responsables. Por ello, hoy se presenta al modelo de enviado, es sin embargo uno solo: el más alto y perfecto “servidor de Dios” Cristo, profeta que debe de ser escuchado y seguido (Evangelio).
En la impresionante escena sucedida en la sinagoga de Cafarnaúm, si nos fijamos bien, el espíritu inmundo declara quién es Cristo: “el Santo de Dios”, es decir, aquel que es modelo de santidad, de cumplimiento amoroso de la voluntad del Padre, mientras que lamentablemente la gente termina preguntándose todavía “¿Quién es este?”. Es el drama de nuestro tiempo: tenemos al Señor y a su Reino ante nosotros, conocemos su voluntad y lo que nos indica que vivamos, pero aún estamos “en la duda” si seguirle o no.
A Jesucristo hemos de seguirle, pero sobre todo de “imitarle” no en su capacidad de obrar prodigios, o de convencer multitudes, sino en lo que, haciendo de profeta, dijo el espíritu inmundo: en su “santidad”, que es cumplir la voluntad de Dios expresada perfectamente en lo que Cristo pedirá: “Ama a Dios sobre todas las cosas y tu prójimo como a ti mismo”. Como lo hizo San Pablo (2ª lectura) que lo dejó todo por el Señor e invita a la comunidad a sentirse favorecida por Dios con personas que siguen a Cristo, antes que a los bienes materiales.
Continuemos orando por esos llamados, que siguen de cerca al “Santo de Dios” especialmente el lunes 2 de Febrero, Fiesta de la Presentación del Señor, cuando la Virgen de Candelaria nos invita a seguir al que es “Luz del mundo y de todo hombre que nace” (cfr. Jn 1, 9).