Mensaje de Monseñor Víctor Hugo Palma, Obispo de la Diócesis de Escuintla
Queridos hermanos y hermanas en el Señor:
Terminado el tiempo de Navidad, comenzamos el llamado Tiempo Ordinario que inicia hoy con la maravillosa Fiesta del Bautismo del Señor en la cual aún brilla el resplandor de la reciente Epifanía o manifestación del Redentor entre nosotros. Como oramos en los Misterios Luminosos del Santo Rosario, hoy también resplance una luz sobre aquel a quien el Padre del cielo indica diciendo: “Miren a mi siervo, a mi elegido en quien tengo mis complacencias” (1ª lectura).
De hecho, la reciente Epifanía fue una manifestación ocurrida entre la sencillez y secreto de la gruta de Belén y la universalidad de los visitantes (los magos). Ahora, en el inicio de su vida pública, Cristo se manifiesta a su pueblo en medio de la comunidad de Israel. Para todos nosotros, es una manifestación con características propias: ahora es necesario prepararse a seguirle durante todo el año, como discípulos: de hoy en adelante se deberá escucharse la voz de Aquel que lo presenta como su siervo (1ª. lectura y Evangelio) y deberá de imitarse su acción de Cristo en el mundo: la misericordia (“No gritará, no romperá la caña resquebrajada.”).
Dado que el Bautismo nos une a Cristo y a la Santísima Trinidad, discípulos y testigos en el mundo, estamos invitados a la reflexión sobre el propio bautismo como miembros de la comunidad de la Iglesia y seguidores del Señor colaborar en la construcción de su Reino que libera al hombre de todo el peso del pecado que le oprime (2ª. lectura). En los Hechos de los Apóstoles tenemos una prueba de la práctica antigua del “bautismo de los niños”, en este caso, de la entera familia del centurión Cornelio.
Entre nosotros se habla muchas veces mal del “bautismo de los niños” como si fuera una imposición, pero la fe nunca se impone. Simplemente se le dan al niño un regalo maravilloso, se le dan las «herramientas» para que comprenda la Fe y viva según la ley de Cristo. Si el niño que crece no quiere hacerlo, siempre será libre de rechazar la fe de sus padres.
Pero la base sobre la que piensan los padres cristianos es que deben darle al hijo la oportunidad de pertenecer a la Iglesia y hacerse partícipes de los dones que administra con la autoridad del mismo Señor Jesús. Negarle esto a una persona significa no creer en la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo. Por ello, si los padres no tienen fe o la han perdido, les será difícil comprender el sentido de bautizar a su hijo recién nacido.
Recordemos la enseñanza del Papa Francisco: “El Bautismo no es una formalidad, sino algo que toca a fondo la existencia: ojalá supiéramos y celebráramos la fecha de nuestro bautismo”. Celebramos este domingo nuestro propio bautismo, e imitemos a Aquel que entre en el agua del Jordán en espíritu de obediencia: obedezcamos también nosotros a Dios en este año que apenas inicia para que podamos escuchar la voz amorosa del Padre: “También tu eres mi hijo amado, en quien me complazco”.