Mensaje de Monseñor Víctor Hugo Palma, Obispo de la Diócesis de Escuintla
Queridos hermanos y hermanas en el Señor:
La Palabra de Dios este domingo continúa impulsándonos a ser discípulos y misioneros del Señor “a fondo”: es decir, de modo radical, no superficialmente.
Si ya el domingo pasado Cristo nos invitaba a recibirlo con la sencillez de un niño, pero con la seriedad de quien está dispuesto a “tomar la cruz”, ahora se descubre que ese seguimiento no es posible sin el don del Espíritu Santo.
Así aparece en la 1ª. lectura: el pueblo de Israel recibe el don del Espíritu dado a ciertas personas que estaban en la Tienda del Encuentro, pero también a Eldad y Medad a quienes no parecía destinado. A la protesta de Josué viene al enseñanza de Moisés quien “quisiera que todo el pueblo profetizara», es decir, recibiera el Espíritu para el servicio de los demás.
Tengamos cuidado pues este texto es usado sólo para decir que “todos tenemos derecho al Espíritu Santo”, lo que parece cierto si el Espíritu fuera “algo y no alguien”. Hoy hay quienes “hablan del Espíritu, dan el Espíritu, manejan al Espíritu” y escriben libros y predican sobre Él, pero de su vida privada no sabemos nada: ¡cuidado con los lobos con piel de oveja!.
Por ello es importante el complemento del Evangelio: también allí se habla de “unos que predican a nombre de Jesús” y el mismo Señor parece aceptarlo, pero inmediatamente señala la “radicalidad de vida a la que debe llevar el seguimiento de Jesús”:
- Cristo señala que hay que “hacerse pequeño” (de nuevo como el domingo pasado, hablando de los “niños”);
- También indica que aquello que se opone al Reino de Dios en nosotros mismos debe “cortarse” sin mucha anestesia, y con “radicalidad”:
- El ojo (la relación con el mundo de la imagen, de la información, tan influyente hoy día);
- La mano (la actividad humana que no puede asociarse al mal, como sucede con la corrupción administrativa, con el crimen organizado, el narcotráfico, etc.),
- El pie (que en el pensamiento del tiempo de Jesús no se refiere a donde ponemos el calzado, sino a toda la dimensión “afectiva” de la persona, inciando por el vientre): se trata de ver cómo y hacia donde orientamos nuestro afecto.
En síntesis: el camino del seguimiento del Señor requiere actitudes situadas “profundamente, en la raíz y en las hojas” (alabanzas, ofrendas, acciones religiosas variadas pero todo externo).
Tal camino parece difícil, pero nos es dado el don del Espíritu Santo, el cual “sopla donde quiere” se hace presente en formas y personas que a veces no nos imaginamos, pero al final la propia vida debe cambiar, transformarse.
Pidamos en estos días por el fruto de la visita y los Mensajes del Papa Francisco en su viaje a Cuba y Estados Unidos llegue a los corazones, obre por el Espíritu Santo en las conciencias adormecidas por el materialismo comunista o capitalista, por todo aquello que “parece bien pero no lo es” y seamos los cristianos quienes alegremente sigamos al Señor con radicalidad ayudados por su Espíritu Santo.