Queridos hermanos:
La Palabra de Dios nos presenta hoy el “tercer encuentro con Cristo” que cambió la vida personas concretas. La Samaritana, el Ciego de nacimiento y hoy finalmente Lázaro, quien fue devuelto a la vida; ¡no desoigamos estas historias, o pensemos que son del pasado, puesto que puede darse de nuevo en cada uno de nosotros la salvación que ellos encontraron!.
Cierto, estamos a las puerta de la Semana Santa y el mensaje de hoy es como un aviso “último y urgente” para no desaprovechar la Cuaresma, tiempo de salvación.
Ante todo, en la 1ª lectura de Ezequiel, el Señor mismo nos habla de “llamar desde el sepulcro” a su pueblo, para darle vida.
Era aquel Israel antiguo, arruinado por guerras, por odios y por sus propios pecados, caído en la angustia y desilusión; ¡no desconfiemos de que el Señor puede y quiere darnos la vida que hemos perdido, pues estamos como “enterrados en vida” lejos del Señor nuestro Dios!.
Es por ello que con el salmo 129 clamamos: “Perdónanos, Señor y viviremos”, expresión que podría decir quien se siente “incómodo en la tumba” a donde le han llevado sus desviaciones y pecados.
Y es sobre todo, la hermosa escena del Evangelio según San Juan, la que nos invita a “vivir de nuevo”:
1) Lázaro -abreviatura de Eleazar o “ayudado por Dios”- no está solo, le ha tocado morir no sabemos de qué, pero tiene alguien que lo ama y vendrá a darle vida;
2) Sus hermanas Marta y María reclaman al Señor, pues siempre hay en familia y debe haberlo, quien lamente la muerte no solo física sino espiritual de algún hermano, ¡no seamos indiferentes a quienes están “muertos en vida” y son parte de nuestra familia o amigos, lloremos por ellos, pidamos por ellos!;
3) Cristo, también llora por Lázaro, pero le llama con la potencia del Dios de la Vida a “salir del sepulcro” y el milagro de lo imposible ocurre -según los judíos, un muerto de cuatro días ya había bajado al lugar de los muertos, no podría volver-. ¡Escuchemos también nosotros la voz de quien nos llama a salir de las tumbas en que nos han metido nuestros pecados!
Vayamos al Sacramento de la Confesión y admitamos que en el fondo la tumba de nuestra muerte espiritual es incómoda, vacía, oscura y llena de tristeza y afinando el oído espiritual, oigamos la voz del Señor, que no llama ya a Lázaro, sino a ti y a mí en esta Cuaresma!.
Y preparemos desde ahora nuestra Semana Santa, que no sea el vacío de un “tiempo de verano y fiesta pagana”, sino los días santos en que la historia de Lázaro, un muerto que volvió a la vida, puede repetirse en cada uno de nosotros, por la intercesión de María, refugio de los Pecadores y Madre nuestra.