Mensaje de Monseñor Víctor Hugo Palma, Obispo de la Diócesis de Escuintla
Queridos hermanos y hermanas en el Señor:
Muchas veces encontramos a personas que dicen haber “recibido a Jesús en su corazón, como su salvador personal, como su Señor”: una afirmación así debe reflejarse en una vida “según el Reino de Dios”, es decir, según el mismo Jesús.
Decir que “aceptamos o seguimos a Jesús” y dar lugar en el corazón a pasiones, ambición y hasta violencia es contradecir las palabras con la vida: así lo enseña claramente la segunda lectura de la carta del apóstol Santiago. Este domingo la Palabra de Dios es como un “examen a fondo” de nuestro decirnos “creyentes o seguidores de Jesús”.
Claramente un corazón violento como el de los que hablan en la primera lectura tomada del libro de la Sabiduría, no puede estar en los caminos de Dios: el odio, la humillación del hermano, y el ponerlo hasta a prueba para ver si Dios lo ayuda, son sentimientos que existen y siguen llenando todos los días de noticias de muerte a nuestra nación, a nuestras comunidades, a nuestras familias.
Es por ello que el “examen” de si estamos o no con el Señor, de si lo seguimos o no, nos llega de la escena del Evangelio:
- Jesús y sus discípulos “caminan juntos” pero hay una gran distancia entre ellos: mientras Él sube a Jerusalén para dejarse totalmente a sí mismo y entregarse a todo el sufrimiento del justo del que habla la primera lectura, mientras que Él va aceptando el camino de la humillación, ellos por el camino “discuten quién es el más grande, el más importante”: es una distancia de sentimientos muy triste, y sucede como la historia del hombre aquel que fue a comprar una cruz de oro a una joyería: la pidió grande y hermosa, llena de piedras preciosas.Entonces el vendedor le dijo que sin duda era un cristiano como para mostrar la cruz el mundo, pero el comprador le respondió: “No, más bien me parece un adorno bonito para presumir de lo que tengo”. Sí: lamentablemente es posible “llevar una cruz como adorno” pero no como signo de que imitamos a Jesús en el camino que hacemos con él, dejándonos a nosotros mismos y buscando la voluntad de Dios;
- Por todo ello el Señor habla de “recibir a un niño en su nombre” como imagen de recibirle a Él, de vivir con Él, de conformar los pensamientos y la vida con Él: sin orgullo, sin malos sentimientos, y sobre todo con profundo abandono en las manos de Dios Padre.Pidamos al Señor que “lo recibamos verdaderamente” acercándonos a los sencillos, y siendo nosotros mismo “pequeño, humildes, con un corazón confiado en Dios”: sin buscar “hacer carrera”, como dice el Papa Fransico: es decir, ser más importantes que los demás en la Iglesia, en la parroquia, en la familia.
Y continuemos pidiendo por Guatemala: sus males vienen de corazones ambiciosos, sedientos de riqueza y egoísmo: que Jesús, humilde y manso de corazón nos conceda autoridades y ciudadanos de a pie que lo recibamos siempre en la humildad y deseo de servir a los demás con entrega y honradez.