Mensaje de Monseñor Víctor Hugo Palma, Obispo de la Diócesis de Escuintla
Queridos hermanos y hermanas en el Señor:
En la Iglesia Católica celebramos hoy con gran alegría la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo: en el sacramento de la Santísima Eucaristía Cristo está verdaderamente con su Cuerpo, Alma, Sangre y Divinidad.
Como el domingo pasado lo había prometido “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28, 20) en el pan que se convierte en su Cuerpo y en al vino que es verdaderamente su Sangre está “todo Cristo” en una forma diferente a como le veían y contactaban las gentes de su tiempo, pero es Él quien bajo la forma del pan y del vino nos nutre para que todo el que lo reciba “aunque muera, tenga vida eterna” (Juan 6, 53).
Es penoso que existan grupos que se llamen “iglesias” pero que han perdido el sacramento de la presencia real de Cristo en la Eucaristía: ¡la sola Palabra de Dios en la Biblia no completa esa presencia que da vida a sus discípulos y misioneros!. Como también es penoso que como católicos “comulguemos” y nuestra vida siga siendo la misma, sin transformación de palabras y acciones: y es como lo dice Jesús en el Evangelio de hoy, se nos ofrece el alimento de una “alianza nueva”: es decir de una relación profunda y nueva con Dios.
Si en la antigüedad se sellaba un pacto con una víctima animal que se sacrificaba y luego se comía, así nosotros no tenemos víctima, altar y sacerdote mejor que Jesucristo. Por tanto, celebrar hoy esta fiesta solemne donde realizamos la “procesión eucarística” por nuestras calles, es recordar que Dios ya ha cumplido y sigue cumpliendo la “alianza nueva”: en Cristo muerto y resucitado, tenemos el alimento nuevo para una vida nueva.
En la primera lectura del Éxodo, Moisés celebró la alianza antigua poniendo por escrito las palabras del Señor y “luego sacrificó una víctima”: sin nos fijamos bien “la ley, la palabra no lo son todo en una alianza”: hace falta sellarla con un sacrificio que se hace alimento. Por ello la “fiesta de Corpus” como decimos familiarmente, es un llamado a la Fe en esa víctima que es realmente Cristo Cordero de Dios sacrificado y pan de vida que nos alimenta, pero también es una llamada a “vivir la nueva alianza” dejando el pecado, la corrupción de la vida en cualquiera de sus formas, y viviendo una vida de “seguimiento y testimonio” o discipulado y misión.
Así lo recordaba el papa Francisco en la celebración de Corpus Christi hace un tiempo: “Cristo nos nutre como alimento verdadero para que lo sigamos compartiendo con nuestros hermanos aquello que somos”. En eso consiste una “alianza” sellada con el alimento de su Cuerpo y Sangre: ¡oremos para que cada comunión, y cada adoración y cada procesión con Cristo Eucaristía nos haga más fieles al “pacto con Dios” sobre una sola ley nueva: “Amar a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos!”.
Y pidamos al Señor que no falten sacerdotes, pues su servicio en el sacrificio de la Santa Misa deja pequeña cualquier predicación: que no haya altares vacíos del Sacrificio del Cuerpo y Sangre del Señor, y que Él siga alimentando nuestro camino como sus discípulos y misioneros en Escuintla.