Queridos hermanos:
Este Segundo Domingo de Adviento nos habla del “camino”, de la senda, de la vía espiritual que nos haga avanzar en nuestra en preparación a la venida del Señor. “En el camino del Señor, detenerse es retroceder” comentábamos el domingo pasado.
Hoy el profeta Baruc invita a una Jerusalén destruida por la guerra a “levantarse” y ve cómo se forma el camino para la venida de su salvador: ¡vivamos un Adviento activo, dinámico, no solo en la preparación en muchas actividades de familia, de comunidad, sino en la conversión necesaria para recibir el Señor que viene!.
Para animarnos en la preparación de ese “camino del Señor” nos sirve la motivación hermosa del Salmo: “Grandes cosas ha hecho el Señor”; en verdad, si vemos el camino de nuestra propia vida, encontraremos su presencia, su auxilio, su ayuda constante, a la vez que estamos seguros que “seguirá actuando a nuestro lado y a nuestro favor”.
San Pablo nos recuerda algo sumamente importante: “Sigamos creciendo en el amor”. En efecto, al revisar nuestra vida encontramos “avances pero también retrocesos”: ¡Adviento es una oportunidad de crecimiento en lo más importante, la vivencia del amor a Dios y a nuestros hermanos!.
Pero hoy hay una “voz de Adviento” que habla fuertemente de la “preparación del camino del Señor”. Se trata de Juan el Bautista, a quien llamamos “el precursor” quien con su vida y con su palabra fue un signo fuerte para Israel: ¡hoy su voz resuena para nosotros, que somos en ocasiones un desierto que no responde a la voz de la Iglesia, de los profetas del Señor!.
Juan propone una preparación importante:
- Allanar las sendas, abajar las montañas: trabajar espiritualmente ayudados por el Señor en los diferentes aspectos que son contrarios a su Reino, la mentira, el vicio, el desprecio a nuestros hermanos más sencillos; ¡con la ayuda de Dios avancemos espiritualmente hacia una mejoría integral de nuestra vida cristiana!;
- De forma concreta, el profeta nos llama a la “escucha” de la voz de Dios”: ¡el ruido mundano de la fiesta, del consumo, de la distracción nos hace sordos de aquello que Él nos indica en su Palabra pero también en la voz de nuestra conciencia, tan acallada por el pecado que en cada uno se resiste a morir!.
Caminemos, pues el “camino de Adviento” con ese “programa u hoja de ruta”, planifiquemos, si no lo hemos hecho, nuestro retiro, nuestros momentos de oración, las ocasiones de la “santa confesión” que nos devuelve a la senda de la voluntad de Dios.
Por sobre todo, que “el camino del Señor” sea preparado como un mejor relación con nuestros hermanos. Nos motiva la celebración de la Inmaculada Concepción de María: ella “sin mancha” de pecado original intercede para que, también nosotros podamos recibir a Cristo con un corazón puro, según fue indicado por Jesús: “Dichosos los limpios de corazón porque ellos verán a Dios”